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J. F. GALÁN
AVILÉS.
Lunes, 28 de agosto 2017, 02:56
Agosto está siendo un buen mes para el bonito. Hasta el pasado viernes se han subastado en la rula de Avilés 280.000 kilos, cifra que a la espera de lo que suceda hasta el próximo jueves, día 31, ya supone el mejor agosto de ... los últimos años. A modo de comparación, el de 2015 se cerró con 262.561 kilos y el año del anterior con 133.000. Hay que remontarse hasta 2010 para encontrar un registro superior, 300.000 kilos en agosto de 2010, volumen que podría superarse este año habida cuenta de que todavía quedan cuatro jornadas para cerrar el mes.
Los 280.0000 kilos subastados en lo que va de agosto elevan a 670.000 el total acumulado desde el inicio de la costera, cerca ya de los 745.571 con la que se cerró la de 2015, de los cuales más de 100.000 se subastaron en septiembre. Queda por conocer cuándo se cerrará la de este año. El pasado lo hizo más temprano que nunca, el 5 de octubre, por orden ministerial, cuando hasta entonces era habitual que las últimas subastas se celebrasen a principios de noviembre. Sin ir más lejos, en ese mes de 2015 aún se subastaron en Avilés 23.000 kilos de bonito del norte.
Tras sucederse con regularidad y precios estables durante las tres primeras semanas, las subastas han caído en picado en los últimos días tanto en número de kilos como en tamaño de las piezas. La flota atribuye la situación a la gran cantidad de pelágicos que se concentran en aguas comunitarias a la altura de la vertical de Cabo Peñas, grandes barcos, en su mayoría franceses e irlandeses, que faenan con redes y que según denuncian una y otra vez los armadores «arrasan con todo».
Por el contrario, la práctica totalidad del bonito que se subasta en Avilés se pesca al curricán (cacea), de uno en uno con anzuelo, un arte tradicional y selectivo que mejora la calidad del producto y se etiqueta con un distintivo propio que lo identifica como tal, 'Bonito del Norte de Cacea'. Además de «arrasar con todo», la flota que vende sus capturas en Avilés afirma que los pelágicos esperan a que ellos localicen el pescado para echar sus redes en la misma zona. Además de conseguir grandes capturas de forma indiscriminada «espantan al pescado, y nos obligan a emplear muchas horas en su búsqueda», lamentan.
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