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El paso de San Pedro, el primero de la procesión en la salida desde la capilla de Rivero. MARIETA

Y San Pedro lloró después de negar a Cristo y evitar su mirada

Satisfacción. La Cofradía del Santísimo Cristo de Rivero y de San Pedro Apóstol desafía la amenaza de lluvia y procesionan

Miércoles, 27 de marzo 2024, 01:00

Miradas al cielo y al teléfono móvil. Llovía y las 20.20 era la hora fijada para decidir si se procesionaba o no. Llovía menos que cuarenta minutos antes, pero aún así la amenaza de que volviera a producirse estaba en la cabeza de todos. Sin embargo, la Cofradía del Santísimo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol estaba decidida a salir. Es mucha la ilusión, el trabajo y la espera como para amilanarse por una lluvia que cada vez iba a menos.

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A falta de diez minutos para las ocho y media de la tarde, el vicehermano mayor de la Cofradía, Rodrigo Sánchez Coalla, tocó la matraca y los cofrades comenzaron a tomar posiciones en la calle de Rivero, bajo cuyo soportales se guarecían las imágenes de San Pedro Apóstol y de Cristo Azotado. Y, como si estuviera preparado, dejó de llover para satisfacción de Vanessa Menéndez y su hija Noa de los Ríos, que en Viernes Santo cumple cuatro años, y que ayer procesionaban por primera vez. Noa era una de los quince niños (la mayoría, niñas) que, cruz en mano, encabezaban la procesión de San Pedro en la que participaron unos noventa cofrades.

La calle de Rivero y el cruce por la Plaza de España hacia la calle de la Ferrería se llenaron de gente que acompañó los dos pasos hasta la plaza de Camposagrado, donde el sacerdote José Luis Fernández Candanedo pronunció el sermón. Cayeron cuatro gotas y se abrieron cuatro paraguas, pero cesó y el también párroco de Candanedo, en Pola de Laviana, pudo recordar el significado de la procesión, la negación del apóstol San Pedro a Jesús, y reflexionar sobre las miradas.

«La mirada de Cristo cambia la vida y por eso estamos hoy aquí, a pesar de la lluvia», una lluvia que, aunque no lo dijo porque es tradición popular, se dice que son las lágrimas de San Pedro, arrepentido tras negar al Señor tres veces.

Señaló el sermón que hoy «Jesús sigue sufriendo falta de amor» y de las tres miradas de Cristo, la primera a Juan, el discípulo amado; la segunda, la «más triste», a Judas; y la tercera, a Pedro, «una persona llena soberbia, que no necesita consejos (...), que piensa que es capaz de seguir a Jesucristo a su manera, sin la oración, sin la misa del domingo, sigue a Jesús de lejos y no hay cosa más mala que seguir a Jesús de lejos, porque entonces entra el miedo».

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Siguió narrando el sacerdote la mirada «furtiva que Jesús dirigió a Pedro para no delatarle» y fue esa mirada de amor y de perdón y de compasión la que «le hizo caer en la cuenta de lo que había hecho y Pedro no pudo hacer más que llorar».

Y entonces volvieron a caer unas gotas de lluvia, mientras la banda de tambores de la cofradía formaba un pasillo en la calle de La Fruta para que pasara las imágenes de Jesús azotado, y detrás, San Pedro Apóstol.

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A su paso de nuevo por la Plaza de España no eran cuatro gotas sino lluvia. Pero para entonces la procesión ya enfocaba su recta final y los cofrades, aún mojados, estaban satisfechos por haber podido procesionar.

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