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FERNANDO DEL BUSTO
LA GRANDA.
Miércoles, 23 de agosto 2017, 02:03
La segunda de las jornadas del curso de La Granda dedicado a analizar la Revolución Rusa con motivo de su centenario avanzó por dos líneas diferentes. Por una parte, el diplomático Servando de la Torre comentó líneas generales de la política internacional de Rusia. Además, ... las intervenciones de profesores como Leonardo Romero o José Manuel Cuenca Toribio sirvieron para abordar la influencia de los sucesos de Rusia y el comunismo en la intelectualidad española.
Servando de la Torre presentó la evolución de la situación de Rusia en los sistemas de seguridad europeos, destacando que desde el Imperio Napoleónico, «Rusia siempre ha jugado un papel importante en el panorama internacional».
En la actualidad, la relación con Rusia con el resto de socios occidentales se encuentra en una encrucijada. «Es un socio estratégico de la Unión Europea y así se acepta. Lo cierto es que su Producto Interior Bruto es sólo superior al de Italia, pero, como han reflexionado pensadores marxistas, existe un momento en el que cantidad es calidad y, por su tamaño y recursos, Rusia siempre será un elemento estratégico», apuntó.
Para entender la actual política internacional rusa, De la Torre animó a una relectura de la intervención de Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Munich. Es un centro de debate y reflexión donde, desde hace cincuenta años, se citan anualmente líderes políticos y empresariales para abordar políticas de seguridad, con la ventaja de reflexionar sin la necesidad de fijar posiciones oficiales para sus Estados. «Putin presentó a Rusia como un país organizado, estable y seguro, abierto a las inversiones extranjeras», destacó De la Torre.
Sin embargo, los roces entre Estados surgen cuando «se cruzan intereses estratégicos contrarios entre sí», comentó el diplomático español. Así, contrapuso la cooperación internacional en gobiernos como los de Reagan y Gorbachov, o Clinton y Yeltsin, que se tradujeron en mejoras para ambos por la coincidencia de interés. Lo que no sucede cuando los rusos comienzan a ver en riesgo sus diferentes salidas al mar o sienten la proximidad de la OTAN, como sucede con los intentos de instalar una base militar en Odesa, próxima a las instalaciones rusas de Sebastopol.
De ahí surgen crisis como la registrada en Ucrania. «Existe margen para recuperar la confianza entre los Estados. Como siempre sucede, para lograr un acuerdo las dos partes deberán ceder, sacrificar algo. La situación en la península de Crimea es difícilmente reversible, al contrario de lo que sucede en el Donestk», concluyó.
La jornada de ayer también sirvió para reflexionar sobre el papel de los intelectuales en la divulgación de la imagen de Rusia en España. El profesor Leonardo Romero, de la Universidad de Zaragoza, abordó el tratamiento de la Revolución en los intelectuales españoles.
Fue la suya una intervención amplia en el que, sin el ánimo de ser exhaustivo, repasó el tratamiento de Rusia desde Ángel Ganivet, que fijó mucho de los estereotipos vigentes, a los escritores del 36, citando poemas de un emocionado Miguel Hernández.
La Revolución Rusa generó numerosas páginas de información con una importante diferencia en función del género. Las crónicas e informaciones periodísticas se veían influenciadas por la línea editorial de los medios y aspiran a un reflejo objetivo de lo que sucedía. En cambio, ficciones y la literatura memorialística (memorias y autobiografías) permitían una expresión mucho más personal, al igual que sucedía con la poesía.
En su repaso, Romero demostró las imágenes contradictorias que Rusia generaba en los intelectuales. Así, en 1923, Miguel de Unamuno cargaba contra la naciente Unión Soviética y hablaba de Lenin como «el Papa ateológico del comunismo ortodoxo y dogmático» frente a la «religión escéptica e inquisitiva de Dios como fin de libertad». Valle Inclán presentando al país de los soviet como «el porvenir del mundo» allá por 1928.
De esa manera, las dos principales figuras intelectuales de la época confrontaban sus posiciones al hablar del mismo país. La intervención de Torres también reivindicó figuras como la periodista Sofía Casanova (1861-1958), testigo directo de la Revolución de la que siempre fue crítica.
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