Agustín Albuerne Gutiérrez (Oviñana, 1974) ha dedicado toda su vida a ayudar a los más necesitados de manera altruista. Es profesor de Finanzas en la Universidad de Oviedo, miembro de la Orden Franciscana Seglar y coordinador de la Fraternidad de Francisco de Avilés desde su fundación. Él se define como un engranaje más dentro de una amplia red de voluntarios, pero quienes trabajan a su lado no dudan en definirlo como «el corazón y el alma de la Fraternidad».
–Lo primero, enhorabuena por este premio tan merecido. Entiendo que la labor que hacen no busca el reconocimiento, pero siempre es necesario que se visibilice un trabajo como el suyo.
–Estamos muy agradecidos, sobre todo por los usuarios porque es un reconocimiento a una labor que hacemos nosotros, pero creo que el protagonista siempre es aquel que recibe la ayuda. Somos conscientes de que contribuimos a transformar sus vidas y, personalmente, creo que también es muy importante el reconocimiento a los voluntarios, aquí no hay nadie en nómina salvo la trabajadora social y hablamos de muchas personas que todos los días sacan tiempo de sus vidas, ponen gasolina a sus coches... Por eso la presencia en medios y la visibilización contribuye a darnos credibilidad.
–¿Cree que el servicio que prestan está todavía rodeado de ciertos tabúes y estereotipos?
–Claro, y no podemos condenar ni juzgar a quienes vienen a pedir ayuda. Es cierto que hay situaciones muy cronificadas, gente que está en una situación de vulnerabilidad y lo estará por mucho tiempo. Pero también hay realidades mucho más fluidas, situaciones de una pérdida temporal de empleo o cualquier situación complicada que pone a personas en un contexto negativo, pero tienen un pronóstico favorable a corto plazo.
NUEVO LOCAL
«Se ha quedado pequeño, es inviable conciliar el reparto de comida y la acogida»
–Desde el punto de vista del voluntario, ¿qué se siente al ayudar a quienes más lo necesitan?
–Mira, a mí por ejemplo me cambió completamente la perspectiva de vida. Inocentemente llegué aquí pensando que venía a dar y luego te das cuenta de que en realidad recibes mucho de lo que tú puedes ofrecerles. Es una experiencia transformadora que le recomiendo a todo el mundo.
–¿Cuántos voluntarios son y cómo llevan a cabo la captación?
–Ahora mismo hay en activo alrededor de cincuenta voluntarios repartidos en diferentes ámbitos de actuación, como la acogida, logística, reparto de alimento, atención telefónica, acompañamiento... Normalmente la captación es posible gracias al boca-oreja y esto es viable porque el mejor programa de voluntariado es el testimonio que da cada voluntario. También es verdad que nosotros tratamos de crear una comunidad de voluntarios felices, que se consigue a través de una experiencia satisfactoria de lo que uno está haciendo. Ahora bien, tenemos que mandar el mensaje de que siempre hacen falta más manos, sobre todo necesitamos que se anime la gente joven, porque ahora llega el verano y estamos apurados.
–En muchas ocasiones se han referido a la gente que pide ayuda en la Fraternidad como 'colas del hambre', ¿qué opina de esta expresión?
–Reconozco que es una expresión que me horroriza. Pero eso no quita que sea algo real, ojalá no existiese, pero no es una situación exagerada ni mucho menos. Nadie se expone a pedir comida en una cola en plena calle si no lo necesita realmente. Ojalá no tuviésemos que tener una cola de gente a la puerta, pero realmente ni el local ni la pandemia ni la situación nos permite organizarnos de otra forma. Nuestros recursos son reducidos y no podemos evitar cierta concentración. Son realidades que te superan.
CIFRAS
«Acompañamos a seiscientas familias y al año movemos unas mil toneladas de comida»
–¿Cómo cambió la pandemia la realidad de la Fraternidad?
–La pandemia supuso el cierre total del mundo, pero nosotros permanecimos siempre abiertos porque conseguimos que Delegación de Gobierno nos lo permitiese como un recurso de ayuda humanitaria. Yo luché mucho por ello y recuerdo perfectamente que tomé la decisión en un momento en el que me encontré a un chico durmiendo en un coche y me pidió agua y algo de comida. A las 48 horas de que se declarase el estado de alarma volvimos a abrir nuestras puertas. Ahora bien, el protocolo de seguridad era estricto, y renunciamos al local como un espacio de encuentro y mucha ayuda la tuvimos que gestionar por teléfono desde entonces, eso es algo que continúa así. El local es prácticamente un almacén de comida y poco más.
–Supongo que se enfrentarían a nuevos problemas.
–Claro, nos vimos frente a una caída y un colapso total del mercado laboral, sobre todo en lo que se refiere a los trabajos que formaban parte de la llamada 'economía sumergida'. Luego estuvo el problema de los ERTE y los ERE, algunos se tardaron en cobrar muchos meses y eso cambió los perfiles de la gente que necesitaba nuestra ayuda. Empezaron a venir familias de avilesinos que antes no necesitaban ayuda, pero que pasaron a no poder pagar sus recibos. Ahí nos dimos cuenta de que le puede pasar a todo el mundo.
–¿Esta situación ya se ha normalizado o continúa?
–Sí, por suerte la normalización del cobro de los ERTE o el desarrollo del Ingreso Mínimo Vital permitieron que muchas familias se estabilizasen y en muchos casos solo tuvimos que prestar una ayuda temporal. Pero todavía hay personas que están en condiciones complicadas, no tienen derecho a prestaciones y son invisibles para el sistema. Todavía hay muchas personas en Avilés en situación de vulnerabilidad que necesitan ayuda.
–¿Qué volumen de personas pasan por la Fraternidad?
–Pues notábamos que íbamos mejorando en cuanto a que había menos demanda, pero la coyuntura actual en el mundo nos ha hecho retroceder de nuevo. Al día estamos entregando entre 160 y 200 menús de comida que tratan de cubrir las necesidades nutricionales de toda la jornada, de ahí no baja. Ayudamos a unas seiscientas familias diarias que forman parte del programa de acompañamiento. En 2021, en total, trabajamos en promedio con novecientas familias y se repartieron más de 54.000 menús a lo largo del año. En lo que se refiere a la comida, no movemos menos de una tonelada diaria.
DONACIONES
«No haríamos nada sin la ayuda de las fundaciones y de personas altruistas»
–¿Hay un porcentaje elevado de extranjeros entre las personas a las que prestan ayuda?
–Hay un porcentaje significativo, pero no es la mayoría, puede rondar en torno al 20%. Sobre todo hay latinoamericanos, que por otra parte son los que tienen un mejor pronóstico en lo que se refiere a inserción laboral, sobre todo las mujeres. Pero también hay de otras nacionalidades, por ejemplo muchos refugiados sirios o africanos.
–¿También han llegado a la Fraternidad los ucranianos que huyen de la guerra?
–Por supuesto, desde el primer momento recibimos a familias. de Ucrania Son casos muy complejos porque tenemos que tratar de dar respuesta al estrés postraumático y nos está costando porque faltan recursos a nivel local, con algo tan básico como encontrar un traductor hay problemas.
–Tienen un programa especial para la ayuda a menores.
–Sí, lo significativo nutricionalmente son los lactantes porque necesitan una atención diferente. Ahora mismo atendemos a 130 lactantes de menos de 24 meses, y en torno a trescientos adolescentes y niños.
–Lo ha mencionado varias veces, tener un nuevo local es para ustedes una prioridad.
–Totalmente, el local se nos ha quedado pequeño y ahora mismo conciliar el encuentro con el reparto de alimentos es inviable. Necesitamos espacio y estamos deseando que nos ayuden a encontrar algo nuevo. Estamos trabajando con Mensajeros de la Paz y confiamos en que podamos solucionar este problema, pero estaremos agradecidos con cualquiera que nos pueda ayudar a encontrar un local.
–La Fraternidad de Francisco no sería posible sin las donaciones.
–Desde luego, para nosotros es fundamental el apoyo de entidades como la Fundación Banco de Alimentos, la Fundación La Caixa, la Fundación Liberbank o la Fundación Alimerka. Pero también quiero agradecer públicamente el apoyo de muchas personas anónimas, por ejemplo de muchos panaderos locales que incluso en la pandemia nos guardaban parte de lo que hacían para nosotros. Y así mucha gente que nos trae alimentos de manera altruista.
«Queremos a crear un aula social con el apoyo de la universidad»
–La gente conoce fundamentalmente el servicio de reparto de comida, ¿qué más ofrecen a las personas necesitadas de Avilés?
–Hacemos mucho más que repartir comida en la puerta, lo más significativo es la asesoría jurídica para cualquier proceso legal, muchas veces en materia de extranjería. Les ayudamos en la relación con la Administración porque hoy muchos trámites son telemáticos y hay que entender que, si ya hay un porcentaje de analfabetismo entre las personas que acuden a la Fraternidad, es lógico pensar que muchos tampoco saben utilizar las nuevas herramientas digitales.
–¿Trabajan en nuevos proyectos?
–Sí y queremos iniciarlos con el curso académico. Queríamos organizar un Aula Social utilizando los recursos del Centro de Estudios Universitarios, aprovechando que yo soy profesor en Uniovi. La idea es que esté muy orientado a aportar herramientas a al red de voluntariado de Avilés. La prueba piloto la tuvimos hace unas semanas, fue una charla en colaboración con Accem en la que se nos ofrecieron claves y herramientas para identificar señales de una posible trata de seres humanos, que es algo que por desgracia nos encontramos a veces y no siempre es fácil de detectar. Queremos hacer más formaciones y se irán dando a conocer.
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