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Manuel García Reyes, presidente de la asociación de vecinal, junto a dos vecinas. FOTOS: ARNALDO GARCÍA
El nuevo barrio que se quedó a medias

El nuevo barrio que se quedó a medias

La Grandiella. La zona residencial de La Magdalena cumple diez años con pocas esperanzas de que se complete la urbanización y demandas de más atención social y cuidado del entorno

ROSA FUENTES

Lunes, 16 de mayo 2022, 01:46

La apariencia es la de una zona tranquila, con gente que madruga para ir al trabajo, mayores que pasean su jubilación, acompañados por perros, y niños que disfrutan de los aires frescos. Mucho verde, árboles frondosos y un café para amenizar la tarde en la terraza. La descripción corresponde a la urbanización La Grandiella, que en agosto cumplirá diez años desde el inicio de su construcción, aunque la crisis dejó a medias lo que estaba llamado a ser un nuevo barrio residencial de Avilés.

Este grupo de viviendas ubicadas en un entorno tranquilo, rodeado de naturaleza, cuenta con el aprobado de algunos propietarios y el descontento de otros, que consideran que la zona se ha abandonado desde que se hicieron los edificios. Por ejemplo, el último bloque construido hace nueve años, el número 45, es el centro de las críticas de quienes lo habitan. Se trata de un edificio de cuatro portales, con 114 viviendas en alquiler de protección oficial.

Denuncian que hay «venta de drogas, mucho ruido y situaciones constantes de riesgo». Una de las vecinas, que prefiere no dar su nombre por temor a represalias, asegura que «hace unos días hubo un incendio en el bajo del portal 43, donde viven unas okupas y siempre estamos con problemas en el edificio». Hace ya tiempo que esos problemas llevaron a los vecinos a formar una asociación, sólo de este bloque, para intentar paliarlos. La encargada desde 2017, junto con otras dos mujeres, es Cristina Pendás de la Vega, tajante en su descripción: «Esto es una ciudad sin ley».

Desde la defensa de que toda persona tiene derecho a una vivienda, considera que «alguien de asuntos sociales debería hacerse cargo del seguimiento de determinadas personas y no ser los propios vecinos quienes tengamos que hacerlo, como viene ocurriendo hasta ahora». Insiste en que «estamos esperando a que Servicios Sociales nos responda, pero ya desde hace tiempo». Sobre este asunto, denuncia Cristina Pendás que «un vecino duerme en los rellanos porque se equivoca de casa y no puede entrar y somos nosotros quienes tenemos que estar pendientes de él». Y lo mismo ocurre con los okupas. «Entraron dos personas a vivir un mes antes de la pandemia y su comportamiento nos trae problemas; hace unos días, sobre las seis de la mañana, tuvimos que salir a la calle porque había mucho humo y fuerte olor a quemado y luego nos dijeron que había sido un fuego fortuito».

Cristina Pendás cree que hay una «gran ineficacia» por parte de Vipasa (Viviendas del Principado de Asturias) que «tendría que resolver estos asuntos que ya se alargan demasiado en el tiempo», asegura.

María Rey, que pasea a su perro por los alrededores, vive en un piso desde el que contempla toda la ciudad y la ría. Fue de las primeras en residir en La Grandiella y está muy satisfecha. «Estoy encantada con la zona, es perfecta; la mayoría de los vecinos coincidimos en todo y tenemos cerca el bar y el súper, que es lo mejor que hicieron». No obstante, María se queja del deterioro de las instalaciones. «El parque da pena de cómo está todo destrozado, con las vallas oxidadas que se levantan, los toboganes que se caen a cachos y el terreno verde que en verano se llena de bichos, mosquitos e incluso ratas que hemos visto». Según dice, con su hijo entra lo mínimo al parque porque «en las condiciones en las que está, tengo miedo que un día pase algo, está fatal».

El estanque inicial, que ahora está seco y deja piedras de río en secano, también es centro de las críticas. «Lo vaciaron porque era agua verde, nunca hubo ningún mantenimiento y se quedó con las piedras a la vista que atraen a los niños, hasta que un día haya un accidente y alguien se dé en la cabeza». Según comentó a este periódico el presidente de la asociación de vecinos, Manuel García Reyes, ya está en marcha el acondicionamiento, tanto del parque como el del estanque y «se van a tapar las piedras».

Manuel García se alza en defensor del barrio donde se crió. «Es tranquilo, con gente de todas las edades pero, en la zona de La Grandiella hay sobre todo gente joven, con proyectos familiares, en torno a la treintena; es una zona espectacular, muy asequible al centro, a diez minutos caminando, con toda la equipación precisa y acceso al campo y a la autopista si quieres salir de Avilés».

Asociación vecinal

Desde la asociación están haciendo esfuerzo para que la gente los conozca y por crear espacios para que se pueda participar. «Hay mucha gente que se anima, hay quien quiere pero no sabe cómo participar y hay gente que todavía no nos conoce, y lo que queremos es hablar con todas las personas». «Nuestra asociación es un modelo polivalente, podemos hacer de todo, talleres, excursiones o formación, así que tienen cabida todas las propuestas que nos lleguen, siempre que sean respetuosas, por supuesto».

Sentado en uno de los bancos de la calle, Jorge Serrano aguarda a su mujer con la que espera un hijo para dentro de unos meses. Hace seis años que es vecino de La Grandiella y para él, éste es un barrio tranquilo en el que se duerme bien, excepto cuando los clientes del bar resultan ruidosos. En su opinión, «no es un problema del bar sino de la clientela que es muy ruidosa, cualquier día de la semana» Y aunque se siente bien como vecino de estas casas, también reconoce que «el parque está un poco manga por hombro».

Paula es una vecina del barrio, pero no de La Grandiella. Para ella, el lugar es un privilegio en el que vivir y recuerda que donde están ahora las viviendas, hace años podía ver pastar las vacas. Reconoce que estas casas «rompieron el entorno», pero también han servido para que se acuerden más del barrio porque «antes no era así, nos tenían medio olvidados».

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