«Notamos mucho el cierre perimetral»

Históricamente, la vida nunca ha sido fácil en los territorios de frontera. Y es ahora, bajo el yugo del cierre perimetral que la pandemia ha forzado, cuando los comerciantes de Villalegre, último barrio de Avilés antes de dar el salto a Corvera, lo están percibiendo. Con una red de negocios muy dependiente de los habitantes del concejo limítrofe, la caída de las ventas se hace notar, si cabe, más que en otra áreas de la ciudad.

«Notamos el bajón, claro. Nos viene gente de La Luz, El Pozón... Pero también venían de Las Vegas y de Los Campos, y ya no pueden hacerlo». Quien así se expresa es Lorena de la Paz, que hace seis años abrió la peluquería para mascotas Pet Point. Y, pese a la situación actual, no se arrepiente. «La relación es familiar al 100%, pero se nota el miedo. De hecho, ahora solo vienen por la mañana; de tarde, esto está desierto».

El de De la Paz es solo uno de los varios negocios que convergen en la travesía Diego de Almagro, como también lo es la carnicería Vero. Once años después de su fundación, Verónica Parrondo sonríe al pensar en su clientela. «Nos venía mucha gente de Corvera que, ahora, con el cierre, no puede... Aunque, a veces, se lo saltan un poco. A ver si reabren pronto la hostelería, porque eso es terrible. Es lo que da vida al barrio».

De esa vida de Villalegre, muy comentada por vecinos y foráneos, entiende, y mucho, María del Mar Menéndez, propietaria de la panadería Cantora los últimos ocho años. «Estuve 23 años trabajando en La Magdalena, y estaba muy bien, pero aquí el trato y la respuesta son mejores. La gente viene, charla, se preocupa...» No obstante, es pesimista cuando piensa en el futuro del comercio minorista. «Le doy diez años, hasta que la gente más mayor desaparezca. Los jóvenes no tienen esa lealtad hacia el pequeño negocio».

Como tantos otros comerciantes del lugar, en el cercano centro dietético El Olivo, Esther Valle lamenta el impacto de la tesitura presente. «Aquí el barrio lo es todo, incluso Las Vegas, no solo Villalegre. Y llaman muchos clientes para decirme que no se atreven a pasar el puente», asegura con inquietud.

Desde la puerta de la peluquería La Mar de Guapa, en la calle Pedro Valdivia, Emilia Santos contempla el cauce del río Arlós, barrera natural con Corvera, y recuerda tiempos mejores. «Mi situación es bastante desastrosa, la verdad. Antes, la gente se arreglaba para tomar el vermú, para ir a restaurantes... Ahora, sin hostelería, no». Aun así, se confiesa optimista y, sobre todo, comprensiva. «Hay que estar a favor de las medidas, y ser responsables con su cumplimiento. Lo primero es la salud. Después, una vez superado el virus, ya lograremos salir adelante».

Toda frontera tiene sus pioneros, alimentados, precisamente, de ese optimismo, y Villalegre no es una excepción. Un buen ejemplo de ello es Elda Moncayo, que irradia ilusión mientras pone a punto el cosetodo Elda Entre Costuras, que inaugurará el 1 de diciembre. «La situación nunca es buena, siempre hay algo que la hace difícil. Por eso hay que lanzarse».

La suya es una zambullida que la ha llevado desde su Ecuador natal hasta el barrio. «Pensé en ir a Castrillón, pero escogí Villalegre por las personas, porque me habían dicho que en esta zona hay mucho movimiento. Y no me mintieron, eso está claro. Todavía es pronto para decirlo, pero creo que voy a estar bien aquí», asegura, sonriente.

Quienes sí pueden felicitarse por el éxito de su apuesta comercial son los integrantes de la familia que lidera José Luis Jambrina. Con tres centros de reparación de calzado en toda Asturias, la zapatería Jambrina de Villalegre mantiene su servicio de reparación de calzado y complementos. «Se ha notado para todos, es un mal genérico, pero vamos aguantando el bache. Toca levantar cabeza».