P. A. MARÍN ESTRADA
AVILÉS.
Sábado, 25 de julio 2020, 00:32
La panderetera Eva Tejedor se suma en el apoyo a la hostelería porque afirma que «allí donde recuerde, siempre hay un chigre abiertu y en él mi casa, la música, la cultura que heredé y la que me gusta enseñar a los demás, nuestra gastronomía, los ojos que te acogen abrazándote al entrar, la cercanía, esas cosas que tan bien apreciamos los asturianos». De todo eso nos ha privado la pandemia durante demasiado tiempo y la música avilesina cree que a partir de ahora «en la nueva forma de vida tenemos que aprender a compartir de otra manera y aunque haya distancias y la mascarilla nos borre la sonrisa, seremos capaces de volver a xuntanos en un bar. Estoy segura de que ese momento va a llegar porque mientras haya chigres habrá vida», expresa.
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En la suya se recuerda siempre con una pandereta en la mano. Sus primeras actuaciones las conserva su memoria bien fresca y con ellas la taberna que la familia peñamellerana de su madre regentaba en Cimianu. «Era un bar-tienda donde podíes comprar gusanitos o unes alpargates. Con seis años recorría el pueblu tocando la pandereta y les castañueles. Al pasar delante del chigre los paisanos me llamaban para que entrara a cantar o bailar y me daban un duru o tres pesetas. Allí éramos todos una familia. En los pueblos la vida era comunitaria y las puertas de las casas siempre estaban abiertas. El chigre era una más», relata. En Panes, su tía-abuela Telvi tenía otro establecimiento mixto, El Resbalón: «Ahora lo tiene su hijo Javier, pero ella sigue estando muy cerca, de supervisora», apunta. Allí, en la capital de la Peñamellera Baja, está otro de sus locales más queridos, el restaurante Balcao «donde me siento más que en casa, un lugar de encuentro con la gente que conoces de toda la vida y te hacen sentir que estás en tus raíces, el lugar donde eres tú realmente». Una experiencia similar percibe en Avilés al entrar en El Tataguyo, donde detecta «la misma impresión de estar en casa».
Con sus pandereteres o tocando con sus hermanos en Tejedor, los bares fueron igualmente un lugar de encuentro compartido y disfrutado. De Oviedo guarda especial cariño al Mon 22 o al Ca Beleño, y de su ciudad a La Caraba, para citar con idéntico fervor a su heredero El Cafetón y al Lord Byron «dos sitios, que a pesar de las dificultades, siguen ofreciendo música en vivo».
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