El ritmo tranquilo y repetitivo de 'Alina', una de las obras más conocidas de Arvo Pärt, marcó ayer la conferencia-presentación que Carlos López-Otín realizó de su nuevo libro: 'La levedad de las libélulas' (Paidós). Fueron dos horas de clase, como él definió, cerradas con una rotunda ovación en el salón Asturias del Hotel Palacio de Avilés que ayer acogió la charla organizada por el Aula de Cultura de LA VOZ, coordinada por Mercedes de Soignie.
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Carlos López-Otín enfocó su conferencia como un viaje, al igual que su libro, con las imágenes, anécdotas y vivencias que ocupan la quinta de sus obras en la que busca la ecuación de la salud y donde se mostró agradecido con la vida, profundo, y también luchador.
Así, no sólo defendió la necesidad de reivindicar «la educación de la humanidad en la empatía y la equidad» como «la última esperanza de la humanidad».
También invitó a los asistentes a «abrazar la salud y la vida», al conocimiento y a saber «convivir con la imperfección», además de combatir el odio, la violencia y la desigualdad.
Para predicar con el ejemplo no tuvo problemas en aludir a episodios de su pasado, como la destrucción de todos los ratones de su laboratorio en la Universidad de Oviedo. Gracias a ellos, sus investigaciones ayudaron a alargar la vida de Sammy Basso, para el que tuvo entrañables palabras (no dejó de homenajear a todos sus colaboradores y discípulos), pero también expresó su desagrado porque no se hubiese investigado hasta el final la destrucción de esa parte del laboratorio y que sus responsables no pagasen por ello. «Es algo que nunca olvidaré», aseveró.
La presentación de Carlos López-Otín fue un viaje, un sugerente viaje al conocimiento que parte desde la Fontana de Medici en los Jardines de Luxemburgo, un lugar de encuentros y meditación donde, a lo largo de los dos últimos años, se detenía en el caminar diario entre su domicilio y la Facultad de Medicina de La Sorbona donde ha estado investigando.
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Ese viaje en búsqueda de la fórmula de la salud, Otín se rodeó de los mejores compañeros posibles. Desde Leonardo da Vinci a Santiago Ramón y Cajal o su amigo Sammy Basso al que invitó a un congreso en el Hotel Metropol de Bruselas donde 28 científicos, además del propio Otín, deberían encontrar la fórmula de la salud, el equilibrio en el ser humano. Basso, desveló López-Otín, se convirtió en el asistente de Leonardo, presidente del congreso y que tenía dificultades para la informática (rápidamente superadas, según comentó) y nulos conocimientos de inglés.
De esta manera, Carlos López-Otín se fijó la fórmula de la salud, que se puede alcanzar eliminando elementos tóxicos (tanto en la alimentación, hábitos, pero también en las relaciones personales), el estrés y con las aportaciones adecuadas de sueño, nutrición, regulación (los organismos deben mantenerse estables), el espacio (cada cosa del cuerpo debe estar en su sitio) y ejercicio. Existe un último elemento: la adaptación social, una pieza fundamental para alcanzar ese bienestar al que todo el mundo aspira: «Corpore sano in mens sana». Porque, como subrayó a lo largo de la charla, el reto es encontrar un equilibrio entre la salud física y mental, entre aspectos emocionales y los propios del cuerpo.
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El desafío es realmente importante porque no menos de 17.000 patologías acechan a la humanidad y, avanzó Carlos López-Otín, habrá más en el futuro.
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