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SANTY MENOR
Jueves, 25 de junio 2020, 01:10
Todo comenzó en la Feria de Muestras de Gijón. Un Jorge García de trece años acudió como cada agosto a pasar el día en familia y su padre le animó a inscribirse en la lista de un stand para la captación de voluntarios de cara ... a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. ¿La recompensa? Una pegatina. Corría el año 86 y lo que no sabía este avilesino nacido en 1972 es que ese día iba a ser clave en su vida.
Tal fue el éxito del stand de la Feria que Asturias se convirtió en la segunda comunidad con más voluntarios detrás de la anfitriona, Cataluña. Entre ellos figuraba el nombre de un Jorge que, todavía muy tímido, necesitó de nuevo el empuje paternal para atreverse acudir a una casa-taller en Villalegre donde recibió un curso de formación.
A partir de ahí, mientras los jóvenes de su edad preferían salir de fiesta los sábados, Jorge madrugaba los domingos para acudir como voluntario no sólo a las pruebas que se celebraban en Avilés, sino también a lo largo y ancho de Asturias. Las competiciones daban puntos para llegar a ser voluntario en Barcelona y eso se convirtió en el objetivo principal de un Jorge García que, debido a sus aptitudes, fue elegido para coordinar a los voluntarios de Avilés. Y, antes de lograr su plaza para Barcelona, donde colaboró en los accesos para deportistas en Montjuic, tuvo tiempo para conocer el triatlón al participar en un curso para juez regional en 1991.
Fundó la pionera asociación 'Voluntarios Deportivos del Principado', que se mantendría hasta el 96, y ese mismo año comenzó su etapa profesional como informático tras acabar la universidad, dedicando los fines de semana y las vacaciones a arbitrar pruebas de triatlón. No en vano, un año antes había subido su estatus tras un curso en Águilas (Murcia) de árbitro nacional. El cuentakilómetros continuó subiendo y, entre 1997, con la participación en el Campeonato del Mundo de Gernika, y 2003, Jorge se fue haciendo un nombre entre los jueces nacionales y delegados técnicos tomando parte en pruebas por todo el país.
En 2003 llegó el cambio más radical. En cuatro meses se sacó en Hamburgo el título de juez internacional, pasó a hacerse cargo del Comité de Oficiales de la Federación Española y fue convocado para realizar la prueba-test de cara a los Juegos Olímpicos de Atenas, dando paso a un ciclo olímpico que le permitió estar también en Pekín 2008, Londres 2012, Río 2016 y que se cerrará con Tokio 2021 tras el anunciado aplazamiento.
Con mucho bagaje internacional a sus espaldas y después de trabajar durante unos años en los proyectos internacionales de la Federación Española, en 2013 dejó a un lado la informática para centrarse al ciento por ciento en el triatlón a través del cargo de director de Competiciones, además de ser, por elección, presidente del Comité Técnico de la Federación Europea y miembro del de la Internacional.
Avilesino de los pies a la cabeza, es uno de los principales embajadores internacionales de la ciudad a través del deporte, logrando convertir a Avilés en sede de ya cinco nacionales de duatlón y logrando el mayor hito en 2016 al lograr traer a la ciudad todo un Campeonato del Mundo de Duatlón con 1.500 participantes. La prueba supuso un antes y un después en el modelo de eventos deportivos de la ciudad, además de atractivo para los ciudadanos, un retorno económico y de imagen de grandísimo valor. Un motor para el impulso del turismo por un efecto llamada que va más allá del propio evento. El Mundial tuvo un coste de 280.000 euros, que suena a inversión muy rentable por el retorno calculado 1,2 millones de euros, y también por el coste público, un tercio del presupuesto.
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