Víctor Calota y Carlos Martínez Acevedo, ayer en las instalaciones de LA VOZ. MARIETA

«Una huelga de hambre es algo muy duro, pero no vemos otra salida»

Tres de los intoxicados por mercurio hace seis años en AZSA inician hoy una huelga de hambre ante la empresa exigiendo atención médica

RUTH ARIAS

AVILÉS.

Martes, 30 de octubre 2018, 04:19

El nieto mayor de Carlos Martínez Acevedo tiene trece años y no entiende por qué su abuelo se pone hoy en huelga de hambre por segunda vez en su vida. Su mujer está más que preocupada, y sus hijos «rabiosos y cabreados». Pero no hay nada que hayan podido hacer para evitarlo. A las diez de esta mañana estará delante de las instalaciones de Asturiana de Zinc en san Juan de Nieva montando su tienda de campaña y preparando los bártulos para quedarse allí el tiempo que haga falta. «Nuestras familias están en vilo, pero saben que esta es nuestra lucha», señala.

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Será la tercera vez que el colectivo de trabajadores intoxicados por mercurio en las instalaciones de la compañía emprendan esta acción de protesta tan extrema, pero «no vemos otra salida», explican. Hace seis años del accidente y se sienten abandonados. «Cumplieron con el protocolo dos años, para que renunciáramos a la vía penal, pero en cuanto salió la sentencia se olvidaron, y lo que queremos es que se cumpla ese protocolo, que no tenía fecha de caducidad», asegura Víctor Calota, otro de los que inicia hoy la huelga.

A Carlos y Víctor les acompaña David Román. No quiere exhibir su imagen «por la familia», pero está dispuesto también a continuar con la huelga de forma indefinida «hasta que nos hagan caso y nos garanticen que van a cumplir lo que nos prometieron».

«Esta vez tenemos que aguantar todo lo que se pueda, aunque acabemos en el hospital»

«Pretendemos reivindicar la reanudación del protocolo firmado entre los trabajadores intoxicados por mercurio en Asturiana de Zinc y dicha empresa, y la puesta en marcha del acuerdo propuesto por la Asociación de intoxicados por metales pesados y agentes químicos, que engloba a la mutua Fremap y a la Consejería de la Sanidad Pública, respetando las peticiones presentadas por registro», exponen en un escrito presentado la semana pasada ante el Ayuntamiento de Castrillón y la Delegación del Gobierno.

«Pedimos una medicación adecuada y especialistas adecuados, lo que consideramos que es nuestro derecho», dice Calota. Asegura que las secuelas que sufren desde aquel accidente, ocurrido hace ahora alrededor de seis años, se han ido agravando con el tiempo. No todos se encuentran en la misma situación, pero sí hay algunos males que son comunes a muchos de ellos, como la pérdida de memoria o de audición, de piezas dentales, los dolores musculares, el insomnio, la depresión... Media docena de ellos han comenzado a sufrir síntomas de Parkinson.

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«La huelga de hambre es algo muy duro, pero no vemos otra salida», asegura Román. Su vida ahora transcurre entre las dieciséis pastillas que tiene que tomar cada día. «Estamos tocados, y necesitamos que se cumpla el protocolo, no hoy, sino para siempre, porque tenemos que pensar en lo que pasará dentro de unos años, cuando estemos peor», reflexiona.

Aquel accidente, la peor intoxicación por mercurio de la que se tiene constancia en Europa, afectó a 49 trabajadores. No todos están igual de afectados y tampoco todos continúan en la lucha. Algunos desaparecieron del mapa, prefirieron aislarse, otros aún pueden trabajar, aunque ninguno se ha librado de sufrir alguna secuela. «Las polineuropatías, las cefaleas, los dolores neuromusculares... eso viene en las tesis universitarias sobre intoxicaciones por mercurio, son cosas que nos pasan por el accidente», asegura Calota.

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El Principado

Con la huelga de hambre que inician hoy pretenden también que la Consejería de Sanidad retome la negociación de otro protocolo, el que el colectivo estuvo a punto de firmaron ellos y con la mutua Fremap para garantizarles una asistencia sanitaria de por vida, pero que se frustró porque algunas de sus exigencias no fueron incluidas en el documento que les dieron a firmar. «Hace mes y medio que metimos un borrador por registro en la Consejería y no hemos tenido ninguna respuesta», lamentan.

La portavoz del colectivo, Dorinda Martínez, pone el acento en que «están muy delicados y temo que terminen con una neumonía». No obstante, ellos están concienciados y empeñados. «Tenemos que estar con ellos», pide. Y allí estará.

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Esta mañana comenzarán a montar un precario campamento en el que les esperan días de frío y lluvia, pero su empeño es no abandonar. «Esta vez tenemos que aguantar todo lo que se pueda, aunque nos saquen de ahí uno a uno al hospital», dice Calota.

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