Joaquín Echeverría, ayer en la presentación del libro. MARIETA

«Mi hijo fue una persona común que tuvo una muerte singular»

El padre del 'héroe del monopatín' presenta en Avilés el libro que escribió para contarle al mundo cómo era su hijo

C. DEL RÍO

AVILÉS.

Viernes, 13 de mayo 2022, 01:19

Joaquín Echeverría, padre de Ignacio Echeverría, asesinado el 3 de junio de 2017 en Londres al defender a una mujer de un ataque yihadista, asegura que su hijo era una persona «común y corriente» que tuvo una muerte «singular» porque «no hay precedentes de ... ver a varios policías huyendo e ir detrás del único que no lo hacía para defender a una mujer» con un monopatín como única arma, lo que le valió el apodo del 'héroe del monopatín'.

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Su padre recopiló las publicaciones que hablaban de su hijo y sintió la necesidad de escribir para los suyos al Ignacio que él conocía. «Tenía pensando hasta encuadernarlo yo mismo para regalárselo a la familia, pero luego me di cuenta de que podía haber alguien más que estuviera interesado en su vida» y así nació 'Así era mi hijo Ignacio: el héroe del monopatín', que ayer presentó en el palacio de Valdecarzana en un acto organizado por la Sociedad Económica de Amigos del País.

«No es literatura de calidad. Es la vida ejemplar de una persona con una muerte singular y por ejemplar quiero decir que se portaba bien, se esforzaba y se respetaba. Pero hay mucha gente así, solo que Ignacio tuvo notoriedad porque hizo algo que no es frecuente y eso a mucha gente le llama la atención», reconoce con un gran aplomo un padre criado en Cangas de Onís y con un hermano, ingeniero de Minas como él, viviendo en Avilés desde hace años.

«He venido mucho por Avilés, a comuniones y otras citas familiares. Es una ciudad extraordinaria. Admiro mucho la villa que fue antes del desarrollismo. La gente percibe la gran urbe que se monta después de los años 60, pero yo admiro lo anterior, por la arquitectura y por la vida cultural que sé que hubo siempre. Sospecho que fue la mejor villa de Asturias hasta que el tren llegó a Gijón, la que más actividad comercial y cultural tenía», manifestó haciendo gala de su gran conocimiento de la historia de la ciudad.

Hablar de su hijo cinco años después de su muerte ni es parte del duelo ni un consuelo porque el hecho está asimilado desde que vio su cadáver. Y, por duro que parezca, «cuando vi el gesto sereno en su rostro, me tranquilicé porque lo normal hubiera sido que al verse en esa situación de violencia se hubiera sentido acobardado o atemorizado».

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Por eso él tiene la misma serenidad y sentido de la realidad cuando lo recuerda. «No tenía habilidades especiales en nada, excepto un gran tesón. Se esforzaba mucho por hacer las cosas bien en cualquier aspecto. No tenía cualidades especiales para el deporte, aunque después de su muerte descubrí que patinaba bastante bien. También llegó a tener buen nivel con los idiomas, incluso antes de haber vivido en el extranjero. Y no le gustaba vivir fuera de España, pero hacía el esfuerzo por capacitarse y ser útil a la sociedad». Una forma de conducirse tan sensata y que representa valores olvidados que a veces parece más especial de lo que reconoce su progenitor.

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