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Lucía López / R. A.
Salinas
Domingo, 18 de junio 2023, 01:08
«Una de las olas que tanto perseguía se lo llevó», reza la esquela de Jacobo Rodríguez. Y así fue. No fue, ni con mucho, la más grande ni la más fuerte a la que se había enfrentado a lo largo de su dilatada carrera ... como deportista. Jacobo había surfeado olas gigantes a lo largo y ancho de los cinco continentes, pero fue una en casa, en la playa de Salinas, la que le entregó definitivamente a ese mar que tanto amaba.
Rodríguez, de 51 años, había sufrido anteayer un golpe con su tabla mientras practicaba este deporte, y falleció ayer por la tarde tras no haber logrado sobreponerse a los daños sufridos. Se encontraba el viernes haciendo surf con otros compañeros cuando, de pronto, sobre las siete y media de la tarde se desvaneció. Los surfistas que se encontraban en la zona lograron sacarlo del agua y, sobre la arena, comenzaron a practicarle las maniobras de reanimación, que se prolongaron durante una hora y media con el apoyo posterior del servicio de socorrismo y del personal sanitario, incluso con el desfibrilador de la Policía Local, que también intervino en el operativo.
Según trasladan algunos allegados, el deportistas habría sufrido un golpe con su tabla en el agua, de tal calibre que le provocó una parada cardiorrespiratoria. Se logró reanimarle y, una vez estabilizado, fue trasladado el helicóptero al Hospital Central de Asturias en estado crítico.
Por la mañana su situación era ya muy comprometida, hasta que por la tarde se produjo ya su fallecimiento en el centro sanitario. Su capilla ardiente estará abierta esta tarde de seis a ocho y media en el tanatorio de Avilés, y posteriormente será incinerado en la intimidad familiar.
Jacobo Rodríguez era una persona muy conocida y querida en la comarca, sobre todo en Salinas. Experimentado surfista, había recorrido los cinco continentes en busca de grandes olas, convirtiéndose así en uno de los escasos deportistas asturianos capaces de enfrentarse a estas olas XXL. Tenía más pasiones. Había estado ligado también a la escena musical y al mundo del arte, una afición que le había transmitido su padre, el artista Ramón Rodríguez, fundador de la Escuela de Cerámica y exresponsable de artes plásticas de la Casa de Cultura.
El surfista, que deja mujer y dos hijos, había trabajado como percebero y además como socorrista precisamente en la zona en la que acabaría por perder la vida por un mal golpe del Cantábrico, el mar que le despertó una pasión por las olas que supo mantener intacta a lo largo de los años.
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