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C. DEL RÍO
AVILÉS.
Martes, 10 de noviembre 2020, 00:27
Es una cadena de la que mayoritariamente se conoce la cara del camarero que sirve ese café, refresco o cerveza. Pero a su alrededor hay muchos más puestos de trabajo implicados, un engranaje que implica a miles de familias: las de camareros, limpiadoras, cocineras, ... distribuidores, empleados de fábricas de alimentación y embotelladoras y, yendo a mayores, hasta estaciones de servicio y talleres de reparación de los vehículos de reparto.
No estuvieron todos ayer en la plaza de España, pero sí una muestra muy representativa que gritó, alto y claro, que no pueden más. Que no están en contra de las medidas de restricción, pero que las cosas se podrían haber hecho de otra manera. Que cuando aún se están recuperando de los créditos ICO que solicitaron tras el confinamiento para hacer frente a los pagos, ahora afrontan un segundo cierre con la incertidumbre del mañana.
A los distribuidores de bebida y alimentación a hostelería nadie les obliga a cerrar, pero no tienen trabajo. Con los bares y restaurantes cerrados, no tienen a quién vender. Tal es así, que muchos se decantan por un cierre total. Como en marzo.
«Si a mí me dicen que, por ejemplo, cerramos quince días, yo llamo a los proveedores y a los trabajadores y creo que podemos aguantar todos. Pero lo peor es la incertidumbre. Estamos con estrés y con pastillas porque la bola se está hinchando de tal manera que no va a ser posible pararla». La 'bola' a la que se refiere Rubén Arce, de Bodegas Arce, son los préstamos ICO solicitados tras el confinamiento y que todavía muchos están devolviendo, los compromisos de pago que llegan todas las semanas, los nulos ingresos porque ellos giran los pagos a sus clientes a mes vencido y la angustia de saber que sus trabajadores, ahora en ERTE, no cobrarán hasta diciembre, según le han dicho en la asesoría. «Nos sentimos totalmente abandonados por la FADE y por las asociaciones de hostelería», protesta.
En la misma línea, Miguel Reigal, gerente de Vinos La Pajera, lamenta que «a nosotros no nos cierran, pero no tenemos a quién vender» y advierte de que si la semana que viene no se abren los locales, «defender la campaña de Navidad está fastidiado». Asegura, además, que renovarse en un sector como el suyo no es tan fácil y los intentos de venta por internet apenas son representativos.
Ellos venden a establecimientos como la parrilla Los Sauces, cuyo propietario, Samuel Álvarez, acudió ayer a la concentración junto a uno de sus trabajadores, José Alberto Junquera, quien cree que «está siendo peor el remedio que la enfermedad». Se pregunta cómo puede ser que en esta crisis mundial, nadie haya dado con la tecla. Pide «soluciones diferentes» y un «ERTE para todos estos políticos que lo están haciendo entre mal y muy mal». Su jefe rechaza los comentarios de quienes aluden al gran verano de la hostelería: «Hicimos un buen verano, pero para recuperarnos. Muchos habíamos pedido un préstamo ICO y pudimos devolverlo, que nadie piense otra cosa». En su restaurante trabajan 22 empleados y teme las condiciones en las que se programe la reapertura.
Cristina Valdés y Mónica Cerro, propietarias de El Chiskeru y La Breña, respectivamente, ven complicado sobrevivir sin ayudas. La primera, que ya tuvo que despedir al trabajador que refuerza el servicio los fines de semana, cree que «si esta situación se alarga mucho, posiblemente no pueda volver a abrir». La segunda opina que «no pueden cerrarnos y pensar después las ayudas». Y no solo por ellos, sino principalmente por sus trabajadores.
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