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Gran donante, José Luis González (Plasencia, 1962) fue galardonado el pasado fin de semana por la Asociación de Donantes de Sangre de Avilés y Comarca. Las noventa bolsas de sangre cero negativo que se le han extraído a lo largo de estos años han dado vida a muchas personas que necesitaban una transfusión, pero eso es algo que también él se encarga de llevar como máxima de vida. A José Luis, el del Stampa, o José Luis, el de la Ucayc, no se le conoce un mal día, y si lo tiene procura que no se le note. Dar vida va en su forma de ser, al igual que la sonrisa y el afecto, la proximidad, la cortesía y la conversación.
Nacido en Extremadura, José Luis creció en Madrid y sus raíces, las de sus padres, están en Navia. Pero fue en Avilés donde se asentó cuando su hermano mayor abrió uno de esos bares que dejan huella: el Stampa, en la calle de la Ferrería. Aunque había tenido algún trabajo esporádico en la hostelería madrileña, se encontraba algo perdido y en plena reflexión sobre qué hacer con su vida porque le faltaba esa vocación que veía en los compañeros por algunos estudios. No sabía por dónde tirar, pero sí que quería independencia económica y por eso no le costó dejar atrás un Madrid en el que había disfrutado de lo lindo.
Su padre trabajaba en Ferrovial Agroman y la familia se trasladaba adonde la llevaba los proyectos de la empresa. Si tres de los cuatro hermanos nacieron en Plasencia fue porque allí su progenitor trabajaba en la construcción de un pantano, el cuarto lo hizo en Valencia. La estabilidad llegó cuando encontró trabajo en Telefónica y se desplazaron definitivamente a Madrid. Tenía José Luis siete años y era 1969. Echen cuentas: fue un estudiante reivindicativo, vivió activamente todo el periodo de la Transición y la popular Movida madrileña, de la que derivan todavía sus gustos musicales.
Todos los veranos regresaban a Serantina, el pueblo de su madre, pero no se había imaginado que cuando en 1989 su hermano abrió el Stampa iba a sufrir tal choque cultural. Al fin y al cabo venía de una gran ciudad con una hostelería muy profesionalizada y aquí todo era mucho más de andar por casa. Aquel bar había heredado el nombre de la boutique que había estado allí, en aquel precioso palacete con arcos de medio punto y suelo de damero que hoy es el Centro de Servicios Universitarios. «Aquí vas a estar bien», le dijo su hermano. Y acertó.
El Stampa atrajo a una clientela ávida por un local selecto como aquel, que echaba el resto en carnaval porque era una fiesta que a José Luis le había alucinado. En su local se vendían además las entradas para los grandes conciertos de la época de Gijón, de los que no se perdía ninguno.
Sus dotes comerciales y de relaciones públicas no pasaron desapercibidas para la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca que quiso contar con él en la plantilla. Fue un cambio de rumbo total, pero también llegó en el momento que tocaba. Empezó a bajar revoluciones y las enfocó en otra dirección, trabajando por la hostelería y la vida comercial de su ciudad a pie de calle. Dando vida también a la villa.
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