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C. DEL RÍO
AVILÉS.
Jueves, 14 de diciembre 2023, 00:28
El alumnado de los institutos Menéndez Pidal, Nº 5, La Magdalena, Carreño Miranda y colegio San Fernando que ayer se congregó en el auditorio de la Casa Municipal de Cultural para escuchar a Javier Mariscal no tenía ni idea de quién era hasta que sus ... respectivos profesores los pusieron en contexto. Solo los de la Escuela de Arte del Principado de Asturias (ESAPA) anticipaban que iban a asistir a la charla de un artista genial que como todos los artistas geniales puede dispersarse o asombrar con su lucidez y claridad de ideas. No fue ni lo uno ni lo otro, sino una exposición sintética, con mensajes cortos y claros, y en un código que entiende la chavalería: el vídeo.
Javier Mariscal, solo sobre el escenario, con un mando a distancia y una pantalla de vídeo, fue pasando decenas de imágenes con sus referencias artísticas, los principales movimientos y las fuentes de las que ha bebido, tan solo enunciándolas o, si era necesario, usando una onomatopeya, muy celebradas por el sorprendido público.
Entre imagen e imagen, entre aullido (si lo que se veía en la imagen era un perro), comentario con acento cubano (cuando proyectó unos segundos de 'Chico&Rita') o chiste malo ('Picasso, como pica Picasso'), fue desgranando algunas claves de la profesión. Y una sobre la que insistió, después de pasar imágenes de muchos de sus proyectos, fue que «el dibujo lo es todo». Todo, tanto un proyecto de interiorismo como una película de animación, parte de un dibujo que empieza con unos trazos que luego van adquiriendo vida y en ocasiones color, un arte en el que él ha destacado.
Primero porque supo ver desde el principio que «lo primero es sorprender», después fascinar, convencer («que es más difícil»), tener referencias, inspiración, vida, influencias, calcar y plagiar. Sí, «hay que saber plagiar», repitió tras percibir el leve murmullo del auditorio. No tuvo necesidad de ahondar en ello sino que lo mostró visualmente porque han sido muchas las grandes obras del arte que él ha copiado o que le han inspirado en su trayectoria y a las que ha sabido poner su cuño. La pintura la hizo, por ejemplo, Velázquez, pero la Menina de Mariscal es claramente del diseñador valenciano.
En ese recorrido visual por su trabajo mostró que sin formación no se llega a nada porque de los maestros siempre se aprende.
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