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Después de una década en la que Avilés vivió una acelerada pérdida de población, los últimos datos apuntan a que la tendencia está ... comenzando a invertirse, pero esto se debe fundamentalmente a la llegada de personas foráneas, porque el saldo vegetativo, esto es, la diferencia entre nacimientos y defunciones, sigue en números rojos de manera muy evidente. En los ocho primeros meses del año Avilés ha sumado 302 nacimientos frente a las 869 defunciones que se han registrado, lo que supone que los fallecidos están cerca de triplicar a los nuevos bebés nacidos en la ciudad, una proporción que se viene manteniendo en los últimos años.
El número de nacimientos se encuentra en mínimos históricos. El año pasado, en el hospital San Agustín, que atiende a toda la comarca, se contabilizaron menos de seis centenares de partos, la cifra más baja de las últimas décadas, aunque a tenor de los datos este año podría haber un ligero repunte que también se está dando en el conjunto de Asturias.
En Avilés el suelo se tocó en el año 2021, cuando nacieron solo 341 avilesinos. Una década antes, en 2011, habían sido 664. En 2022 la cifra creció ligeramente hasta los 358, y volvió a hacerlos en 2023, cuando se alcanzaron los 372 bebés. Y este año, de mantenerse el ritmo, podría volver a subir de esa cifra confirmando una tendencia creciente.
Lo que no da mucha tregua, por contra, es el número de fallecimientos. El progresivo envejecimiento de la población hace que las defunciones se mantengan en números muy elevados, por encima del millar en algunos ejercicios, sin que haya posibilidad de esbozar un recambio generacional autóctono.
El saldo vegetativo lleva ya muchos años siendo negativo, pero mientras que algunos años, en los noventa y la primera décadas de este siglo, la pérdida rondaba los dos centenares de personas, la diferencia entre nacidos y fallecidos ha ido incrementándose hasta superar los seis centenares de habitantes. Y nada hace presagiar que las cosas vayan a cambiar. A finales del año pasado, de acuerdo a los datos facilitados por el Ayuntamiento, la ciudad tenía empadronadas a 21.186 personas con más de 65 años de edad, más de una cuarta parte de su población total. Al mismo tiempo, la población menor de edad suponía únicamente el 14% del total de empadronados.
Con estos datos, y sobre todo teniendo en cuenta que las parejas tienden a tener menos hijos o ninguno en todo el mundo, no ya únicamente en Occidente, la única vía para revertir la pérdida de población y lograr rejuvenecer la ciudad es lograr atraer habitantes de otros lugares, bien de otros concejos de Asturias, de otras comunidades autónomas o de fuera del país.
La pandemia del coronavirus supuso en cierta medida un punto de inflexión. Si hasta entonces el saldo migratorio era positivo principalmente por la llegada de extranjeros, aquel año 2020 logró ganarse población por el empadronamiento en la ciudad de personas de otros concejos y, en segundo lugar, de otros puntos del país. El auge del teletrabajo y la búsqueda de ciudades de menor tamaño y menos masificadas ha situado Avilés como un lugar que muchos tienen en cuenta para establecer aquí su lugar de residencia. Al mismo tiempo, menos avilesinos han decidido marcharse fuera, quizá por esos mismos motivos.
Se trata de un fenómeno paralelo al del crecimiento de la venta de viviendas, que ha vuelto a los niveles anteriores a la crisis económica de 2008 con un notable incremento del comprador foráneo, que busca una segunda residencia en algunos casos, pero en otros muchos un lugar en el que establecerse bien para trabajar o bien tras la jubilación. Entre esos compradores, según detallan los agentes inmobiliarios, hay muchos madrileños y también andaluces y de regiones del Levante, que vienen en busca de temperaturas más suaves y encuentran en Asturias, y en Avilés, buenos servicios y buena calidad de vida.
Y cada vez es más frecuente que esos compradores lleguen también del extranjero, bien de otros puntos de Europa o también de Latinoamérica. Se trata de perfiles diferentes a lo que solía ser la inmigración habitual, de personas jóvenes en busca de trabajo y oportunidades. Ahora, a estos se suma este otro tipo de inmigración, ya de edades más maduras y con un colchón económico que llegan a la ciudad en busca tranquilidad y atraídos por sus posibilidades culturales y de ocio además de por los precios aún contenidos de las viviendas.
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