C. R.
AVILÉS.
Sábado, 24 de diciembre 2022, 03:00
Hay vidas que cuesta vivirlas el doble que otras. Y la de Soraya Suárez Marín es una de ellas. Nunca lo tuvo fácil, pero siempre demostró coraje para salir adelante y encontrar una salida. Y ahora que parecía haber encontrado la tranquilidad, su destino ha quedado fatalmente truncado.
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Fue la propia mujer, de 32 años, la que este mismo año narró en la Cadena Ser su historia el 8 de marzo con motivo del Día Internacional de la Mujer. Quería que su historia pudiera servir de motivación a otras personas, que supieran que se podía salir de la espiral de drogas, y violencia que ella conoció y vivió desde su infancia. Tenía, además, esperanza y confianza en lograrlo porque, aunque se confesaba bien en su etapa actual, sabía que no se podía bajar la guardia.
Contaba Soraya que su padre había ingresado en prisión siendo ella bebé y, desde entonces, «nunca ha estado más de tres meses en libertad». Hace tres años, además, su madre murió por una sobredosis.
Era difícil luchar contra el entorno en el que se había criado, pero lo logró hasta que tuvo pareja, el padre de su hijo mayor, que ahora tiene diez años. No solo se inició en el consumo de cocaína con él, sino que fue él también quien le propinó los primeros golpes. «Él consumía cocaína y un día la probé. (...) El problema comenzó cuando cada vez que iba a salir consumía. Luego empecé a hacerlo por semana para trabajar» y así transcurrían los días hasta que tuvo que ser operada de la enfermedad de Crohn. Cuando regresó del hospital, él la echó de casa y a ella no le quedó otro lugar en el que refugiarse que la casa de los abuelos.
Señalaba que también la despidió de la peluquería en la que trabajaba (regentada por él) y le prohibió ver al hijo de ambos. Soraya reconoció que entró en una «vorágine horrible y destructiva» que incluyó varios intentos de suicidio e ingresos en psiquiatría.
En una segunda relación de pareja las cosas no fueron mucho mejor, pero por la denuncia que había presentado contra el padre de su primer hijo -tenía dos-, que luego retiró, tenía ya un expediente en la unidad de violencia de género de la Policía Nacional que, junto con Proyecto Hombre, la ayudó a salir del agujero.
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