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RUTH ARIAS
AVILÉS.
Domingo, 27 de octubre 2019
Los primeros agentes de la Guardia Civil de los que se tiene constancia en Avilés intervinieron en una revuelta popular que pretendía salvar para la ciudad las campanas del convento de los franciscanos que las monjas clarisas pretendían llevarse a Oviedo. Aquello sucedió a finales de febrero del año 1847. Solo hacía tres años que se había creado el cuerpo y los primeros guardias civiles avilesinos se habían instalado en otro convento, el de los mercedarios que, como el de San Francisco, también había sido desamortizado diez años antes, en 1837.
Entonces, y ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, el gobernador, que había ordenando el traslado de las polémicas campanas, desplazó además una fuerza armada procedente de Gijón para apoyar a la Guardia Civil en el intento de reestablecer el orden.
Tres meses después de aquello, vuelve el cuerpo a aparecer en los registros. A finales de mayo de aquel mismo 1847 hubo otra revuelta, en este caso por el trigo. Con los precios de este cereal básico en alza debido a una mala cosecha, se había autorizado la exportación de 1.500 fanegas, al mismo tiempo que los avilesinos pasaban hambre. El día que iba a embarcarse el grano, la villa fue tomada por doscientos hombres y una escolta de la Guardia Civil a caballo. Los enfrentamientos provocaron seis muertos y un importante número de heridos, según recogió Simón Fernández Perdones en 'Anales de Avilés', en 1955.
A partir de esos años, y probablemente ya desde el momento de creación del cuerpo, la Guardia Civil ha tenido una presencia ininterrumpida en la villa, como recoge el historiador y exedil Román Álvarez en la que es su última obra, 'La Guardia Civil en Asturias', un libro de apenas noventa páginas en el que recopila las referencias históricas que ha encontrado referidas a la historia de la Benemérita en la ciudad, y que presenta públicamente el próximo miércoles.
«La Guardia Civil se creó porque existía la necesidad de que hubiera un cuerpo profesional que llevase la autoridad del Estado a todo el territorio nacional, y que protegiese la propiedad privada y combatiese el bandolerismo en el campo», explica Román Álvarez, que cree que desde el principio los agentes tuvieron «una relación muy estrecha con los vecinos», ya que las casas cuartel les hacían convivir muy cerca de ellos.
Aquí ese cuartel fue itinerante. Del convento de La Merced pasaron a una casa soportalada tras la iglesia vieja de Sabugo y en el palacio de Camposagrado. Luego se trasladaron al cuartel de Llano Ponte, en los terrenos donde hoy se ubica el centro de salud, antes de que en 1972 se construyeran las actuales instalaciones de Bustiello, y constan también casas-cuartel en la calle Magdalena y en Santa Apolonia, además de en Miranda. También en los bajos del Gran Hotel, durante la Guerra Civil, y en San Juan.
A lo largo de aquellos primeros años figuran en los periódicos de la época relatos de agentes capturando ladrones, haciendo respetar el orden y también participando en eventos de la vida social, desde desfiles a procesiones. Entonces iban a caballo, y así acompañaron el traslado de los restos de Pedro Menéndez en 1924 o formaron parte de las procesiones de San Agustín, del Corpus o de Ramos a mediados del siglo pasado, de lo que hay testimonio gráfico.
Capítulo aparte, como hace el autor, merece su intervención en el asalto a la Banca Maribona en 1932, cuando un grupo de ocho jóvenes asaltó a punta de pistola a su gerente y propietario, Francisco Maribona, cuando se encontraba en sus oficinas de la calle la Cámara. Los asaltantes lograron llevarse alrededor de 40.000 pesetas, además de algo de oro, pero buena parte de ellos fueron detenidos poco después por los agentes de la Guardia Civil. Eso fue en Grullos, a donde habían llegado corriendo tras tener un accidente en el coche en el que se desplazaban en el Alto de la Reigada, donde se habían salido de la carretera. En este caso, como en muchos otros, para detener a los ladrones fue clave la colaboración vecinal.
Hoy siguen cumpliendo la misma misión, aunque los delitos que más les preocupan tienen que ver con la violencia de género y la delincuencia cibernética. Desgraciadamente, los robos con fuerza tampoco han desaparecido, aunque van en descenso.
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