Condenado a seis años de cárcel por prostituir a dos compatriotas rumanas

La Audiencia Provincial ha condenado a un proxeneta rumano a seis años de prisión por obligar a dos compatriotas, con una de las cuales vivió en Avilés, a prostituirse. Además, le impone el pago de 30.000 euros (15.000 a cada víctima) en concepto de responsabilidad civil, cuatro años de libertad vigilada, la prohibición de aproximarse a menos de quinientos metros o comunicarse con alguna de ellas en siete años y al pago de una multa. Por otros dos delitos de blanqueo de capitales suma dos años más de cárcel.

Los hechos ocurrieron entre 2010 y 2011 y fueron juzgados el pasado mes de marzo, antes de que se decretase el estado de alarma. En el juicio celebrado en Oviedo quedó demostrado que el hombre sedujo a sus víctimas con promesas de una vida mejor, pero la realidad fue que las separó de sus respectivos entornos para vejarlas y obligarlas a prostituirse para él. Para la Sección Segunda los testimonios llenos de detalles y sin contradicciones de las víctimas, así como las transferencias de dinero a su cuenta y a la de su madre resultan muy clarificadores.

A la joven con la que vivió en Avilés la conoció en un club de alterne de Oviedo en el que ella se prostituía «libremente». Él le prometió que podría dejar la prostitución si se iba a vivir con él. A los pocos días, él le dijo que no tenía dinero y que tendría que prostituirse en la calle. Ella se negó, pero acabó cediendo y ejerciendo durante dos años en la calle Llano Ponte.

A la otra mujer, que trabajaba en el servicio doméstico, la conoció también en una discoteca de Oviedo. Al día siguiente quedaron para tomar un café y él le propuso dejar el domicilio en el que trabajaba e irse a vivir con él a Pontevedra. Esta mujer, con una hija de catorce años en Rumanía, llevaba seis años en España ahorrando y mandando dinero a su familia, «pero la sedujo y la sacó de donde tenía un poco de raíz y la llevó a Pontevedra» para aislarla, según subrayó en el juicio la abogada Ana María González, del Centro de Atención a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos de Asturias (Cavasym), quien señala que es un práctica habitual en este tipo de delitos.

La Fiscalía llamó la atención sobre las transferencias que ellas realizaban al acusado y a su madre cuando él estaba en su país de origen «por el miedo» que le tenían debido a los golpes y a las amenazas de él, sobre todo teniendo en cuenta que una de ellas tenía una hija viviendo en Rumanía. El Ministerio Fiscal vio claro el blanqueo de capitales desde el principio ya que «no le constan ingresos ni datos objetivos» ni de la prostitución que afirmó ejercer ni del trabajo esporádico en sidrerías.

Él había tratado de convencer al tribunal de que la denuncia era una «venganza» instigada por el padre del hijo de su actual novia, al que acusó de ser el «verdadero proxeneta». A esta pareja la conoció, según su testimonio, en un piso de Pontevedra al que se fue a vivir con una de las víctimas (él dijo 'novia', durante la vista oral). En esa vivienda residía una tercera mujer, también rumana y que declaró como testigo de la acusación particular, que aseguró haber presenciado las agresiones físicas y el proxenetismo sin intervenir, aunque después ayudó a «escapar» a la víctima y se convirtió en amiga.