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Lunes, 15 de abril 2019
La Comida en la Calle de Avilés es hoy una fiesta consolidada y con solera, pero a lo largo de sus 27 años de historia se han sucedido anécdotas e inseguridades. Las primeras datan, sin duda, de los comienzos. Ahora parece fácil apostar ... y diseñar por una celebración aparentemente sencilla de organizar, pero ni fue simple ni se sabía la respuesta de aquella novedosa respuesta.
La actual alcaldesa Mariví Monteserín, exconcejala de Festejos durante el gobierno socialista que puso en marcha la celebración en 1993, explicó en su día a este periódico que la preparación llevó más de año y medio. A las gestiones propias con la Policía Local para saber qué calles cortar y durante cuánto tiempo, se unían los contactos con empresas de alquiler de mesas y sillas y conversaciones con los responsables del Martes de Campo de Oviedo.
Ese primer año, bendecido además por el buen tiempo, reunió a 2.500 personas, una cifra que se duplicó en su segunda edición. El aumento en estas primeras convocatorias fue exponencial hasta quedar fijado desde hace algunos años en unos quince mil, a los que hay que añadir los seis mil que se reúnen de forma informal en el Parque de Ferrera.
Al calor de esta popular convocatoria nació en 2004 la 'fabada pantagruélica' cocinada por los Xagós de Miranda. La cartera gastronómica del colectivo, asociado a la arrozada del verano, se amplió demostrando que sus habilidades culinarias van más allá. Sirven miles de raciones.
La anécdota más histriónica de la Comida en la Calle fue el 'patinazo' del 'Bollomocho', término acuñado por la oposición política. La concejalía de Festejos anunció a bombo y platillo en 2017 que varios notarios certificarían el número de comensales sentados durante esa edición entre las dos y las tres de cara a entrar en el mundialmente conocido Libro Guinness de los Récords. Los 11.836 comensales certificados superaban la marca mexicana de 9.450 personas comiendo tacos en la calle y todo el mundo parecía de lo más satisfecho. Hasta que al año siguiente, Somos Avilés sacó los colores políticos al gobierno socialista al descubrir que todo había sido una farsa en busca de promoción.
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