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C. DEL RÍO
Domingo, 1 de julio 2018, 02:31
Puedes haber visto dos, doce o veinte veces a Carlos Alonso y no haber reparado en él. Es discreto, huidizo y no le gusta hablar de otra cosa que no sea su trabajo. Solo a veces hace alguna concesión a la curiosidad ajena, pero solo ... muy de vez en cuando y si conoce bien al interlocutor. Él no habla mucho, pero sus logros lo hacen por él. Y en el currículum de este entrenador nacional de atletismo, uno de los históricos de la Atlética Avilesina junto a 'Pepete' y Miguel Sama, brillan con intensidad los nombres de Yago Lamela, Irene Alfonso y Aitor de la Coba, al que aún sigue entrenando.
Nacido en Oviedo en 1950, Carlos Alonso estudió en el Loyola y allí jugó por primera vez al fútbol y se pegó sus primeras carreras. Eran los juegos de entonces, de cuando se vivía y se jugaba en la calle y ningún aparato electrónico desviaba la atención de divertimentos tan básicos como eficaces y, a la larga, saludables. O si no, mírenlo bien. Ha superado un susto cardíaco y a sus todavía 67 años (en noviembre cumplirá 68) está en perfecto estado de forma.
Apreciaciones subjetivas al margen, a Carlos lo trajo a Avilés su trabajo como óptico y lo instaló definitivamente el amor. Es fácil que él les haya comprobado la vista o aconsejado algún modelo de gafas porque así, en un visto y no visto, trabajó en Óptica Alba, en la calle de Llano Ponte, durante nada menos que 43 años.
Carlos se dirigió a la Atlética Avilesina tan pronto como se asentó en Avilés. Se había dado cuenta de que le gustaba correr durante el servicio militar. En aquellos dieciocho meses que pasó entre León y Oviedo se unió al equipo de atletismo. Dice que fue para conseguir rebajas en los servicios y las guardias, pero igual era bueno y le da pudor confesarlo. El caso es que se puso a entrenar con los atletas del equipo de la Universidad de Oviedo que también estaban haciendo la 'mili' y llegó a la final en Zamora de los Juegos Militares de aquel año que, a la postre, marcaron su camino posterior.
Llevaba cerca de dos años entrenando con la Atlética cuando el presidente Toso Muñiz, del que guarda un extraordinario recuerdo, le metió como vocal en la directiva de la entidad. Hacia 1978 se matriculó en el curso de monitores y poco después, en el de entrenador nacional. De aquella solo 'Pepete' tenía tal cualificación en la Atlética.
Su primer pupilo destacado fue Yago Lamela. Carlos confirma que el talento se ve rápido y el del saltador no dejaba lugar a dudas. Lo acompañó desde alevín a cadetes o durante tres metros y veintiséis centímetros. Desde los cuatro que saltaba cuando empezó con él hasta los 7,26 marcados en pista cubierta que lo convirtieron en campeón absoluto regional en Oviedo aún siendo cadete. Yago, después, se marchó a Estados Unidos porque aquí no había instalaciones para seguir progresando, a pesar de la entrega absoluta de su padre, que lo mismo los llevaba a Gijón a entrenar como contrataba a un camión para cambiar la arena del foso de la Atlética.
Carlos creció al ritmo que marcaba Yago. Porque el talento y la proyección del campeón le obligó a profundizar e investigar en la especialidad y el rendimiento del atleta. Lo más importante, dice, es desarrollar al mismo nivel y sin descompensaciones la fuerza, la técnica, la flexibilidad y la resistencia del atleta.
Aunque ha entrenado a muchos medallistas, la mediofondista avilesina Irene Alfonso ha sido otra de las más destacadas. La entrenó desde cadete de segundo año hasta senior. Su marca en 1.500 en el Campeonato de España Juvenil en 1998 todavía es hoy récord nacional. Internacional con la selección española, fue campeona absoluta de 1.500 en 2006 y de 800 en 2010, en el campeonato celebrado en Avilés. Una lesión la retiró de forma prematura.
Ahora el nombre propio es Aitor de la Coba. Medallista nacional y europeo, cayó en sus manos siendo benjamín porque, dicen las malas lenguas, era un trasto que revolucionaba al resto del grupo. No está claro que lo haya domado, pero no hay ninguna duda de que ha sabido explotar su potencial.
Carlos ha sido nueve veces internacional con Irene y con Aitor y colabora en los programas de tecnificación deportiva de la Federación Española de Atletismo. En casa, en la Atlética, coordina la sección de atletismo y entrena a sendos grupo de fondistas y mediofondistas. Su trabajo ha sido reconocido por la Atlética y la propia Federación, aunque él sigue a lo suyo, sin darse la mayor importancia.
A él le toca hablar en la pista o en el campo, a través de las piernas de otros, a pesar de que cuando tenía un micrófono de radio delante no lo hacía nada mal. Se lo ofreció la Cope de Avilés y durante algo más de dos años, tuvo dos medias horas semanales a mediodía para informar a los oyentes de todo el deporte avilesino. Tuvo que dejarlo más adelante porque las horas del día no daban y corría el riesgo de no llegar a los 45 años de matrimonio que celebró ayer.
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