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Eugenia Martínez Vallejo habría permanecido ayer sola, en la sala anexa a la exposición principal de Juana Francés que se exhibe en la Cúpula del Niemeyer, si no hubiera sido por la visita del presidente del Principado, Adrián Barbón, que hizo un hueco ... en su agenda para aprovechar una de «esas oportunidades que no se repiten»: contemplar y admirar en Asturias el cuadro pintado hace cuatrocientos años por el avilesino Juan Carreño de Miranda y que pertenece a la colección del Museo del Prado.
Aprovechó Barbón para alabar tanto este Avilés «que se está permanente reinventado de la mano de Mariví Monteserín» como el Centro Niemeyer que alberga esta obra de arte y que, según el presidente, «en material cultural es uno de los grandes atractivos que cada vez más asturianos están descubriendo porque el Centro Niemeyer se está convirtiendo en un espacio de cultura de primerísimo nivel».
Fechas y lugar En la Cúpula del Centro Niemeyer hasta el 2 de junio.
Horario De miércoles a domingo, de 11 a 14 y de 16 a 19 horas.
Precio 4 euros y 3 reducida. La última hora cada día, entrada gratuita.
Aunque este cuadro ya había estado expuesto en la ciudad en 1985, Adrián Barbón aconsejó al resto de asturianos visitar tanto la exposición, porque «nos permite apreciar el arte en toda su dimensión y apreciar también lo que los retratistas de la corte captaban y cómo era lo que les llamaba la atención en aquel contexto», como la ciudad con «uno de los cascos históricos más bonitos de Asturias».
Las explicaciones ante la pintura de Carreño de Miranda corrieron a cargo de María Álvarez-Garcillán, restauradora del Museo del Prado, que señaló la importancia y el orgullo que causa en la institución mostrar este cuadro en Avilés. «Nunca ha salido de colección real, por lo tanto tiene un estado de conservación bastante bueno», por eso el cuadro de Eugenia Martínez Vallejo «tiene un aspecto estético muy bueno y refleja un momento histórico importante, cuando Carreño ya es pintor de Cámara del Rey y hace los retratos oficiales del Rey y de la Reina, pero también de gente de la Corte, como puedan ser ministros, diplomáticos y bufones», explicó.
Eugenia, a la que Barbón pidió no referirse con el sobrenombre de la época (La Monstrua), «no era ni una monstrua ni un bufón, sino un personaje que llegó a la Corte a los seis años y de la que se hablaba como prodigio de la naturaleza». Carreño de Miranda La retrata con un traje de corte con brocados «con ese colorido propio de Carreño que son los carmines y, los plateados y con un tono afable, quiere intentar demostrar que es una persona». En su variante desnuda, su expresión en la cara «no deja lugar a dudas que es una persona y que está sufriendo por el trato que tiene al ser retratada como prodigio de la naturaleza, que seguramente a ella no le gustaba».
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