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ALEJANDRO L. JAMBRINA
AVILÉS.
Domingo, 29 de diciembre 2019, 01:30
Recorrer con algún tipo de vehículo rodado los 2,7 kilómetros que separan la rotonda de Los Oficios, uno de los principales accesos de la ciudad, de la curva de Cristalería es una verdadera odisea de la que los conductores y viandantes vienen tiempo quejándose ... con motivo. En este tramo de menos de tres kilómetros, que discurre a través de la calle de El Muelle y las avenidas de Los Telares y de Lugo, hay exactamente 156 baches que uno debe sortear si no se quiere destrozar una rueda en este laberinto de socavones y alcantarillas hundidas.
La carretera nacional N-632a es una de las principales arterias que atraviesa Avilés en dirección a Castrillón y el abandono que sufre desde hace años ha convertido el pavimento de la calzada en una superficie por la que se antoja muy complicado transitar sin tener que dar algún que otro un volantazo para esquivar un bache tras otro.
De los tres tramos afectados, el que tiene mayor longitud es el de la avenida de Lugo, que une la rotonda de la estación de autobuses con la conocida como curva de Cristalería, acceso habitual de camiones y todo tipo de vehículos pesados a las instalaciones de Saint-Gobain.
Se trata de 1,3 kilómetros en los que a fecha de hoy se contabilizan un total de 65 baches que presentan diferentes características. La mayoría son agujeros de un tamaño considerable, pero también hay unas cuantas alcantarillas hundidas y algunas zonas parcheadas que han servido de poco y se han vuelto a hundir con el paso del tiempo.
Los dos accesos que conectan la avenida con el polígono de Las Arobias y los escasos pasos de peatones que unen ambas aceras son los puntos más críticos donde el terreno se hunde en agujeros que llegan al palmo de profundidad y en los que es muy fácil introducir una rueda hasta la mitad.
Para los vecinos de la zona esta ya es una realidad con la que se han familiarizado y están cansados de quejarse de esta situación. «Es una vergüenza como tienen esta carretera y no es la primera vez que un coche sufre una avería al meter la rueda en un bache y destrozar la parte inferior del vehículo», asegura Luciano Alonso, un vecino de El Nodo que circula habitualmente por esta zona en bicicleta, «jugándome mi integridad física al hacerlo, al igual que muchos ciclistas».
Las paradas de los autobuses son otro de los puntos negros. El paso constante de vehículos de pasajeros, unido al mal estado de toda la vía, ha deteriorado la calzada hasta tal punto «que los autobuses muchas veces no se acercan a la acera y nos tenemos que bajar nosotros», denuncia Mari San Julián, otra vecina de la zona. Otro punto crítico es la curva de Cristalería, en la que aumenta el tráfico pesado que entra y sale de las instalaciones de Saint-Gobain a diario. También hay socavones de gran tamaño frente al polideportivo de Jardín de Cantos y en los accesos a los negocios que hay en la margen derecha de la calzada, en su mayoría talleres de automoción y naves industriales.
El segundo tramo de esta arteria vial, una de las que peores condiciones presenta en toda la comarca, es la avenida de Los Telares. Dicha vía cuenta con un total de cuarenta baches repartidos en apenas cuatrocientos metros, lo que se traduce en que los conductores se topan con un socavón cada diez metros recorridos por esta calzada.
Un cuarto de los agujeros que invaden esta calle se encuentra en la rotonda de la estación de autobuses, que conecta la avenida con la calle Pruneda y la ya citada avenida de Lugo. Solo con dar unos cuantos pasos se vuelve a repetir la misma problemática en la parada de autobuses y un poco más allá, en dirección al parque de El Muelle, los socavones abarrotan varias de las plazas de aparcamiento que hay en ambas aceras. «Nos obligan a pagar el correspondiente ticket para poder aparcar, pero desde luego no usan esa recaudación para arreglar la carretera y los usuarios somos los que nos comemos este marrón a diario», denuncia Daniel López, un comerciante que trabaja en esta misma avenida.
Los últimos 950 metros afectados por este sinfín de agujeros pertenecen a la calle de El Muelle. A cualquiera que se ponga a contar le saldrán nada menos que 51 baches en el tramo comprendido entre el parque de El Muelle y la rotonda de Los Oficios. La agujeros en el suelo de esta vía son los más recientes y los que más protestas generan últimamente por parte de conductores y vecinos.
En este tramo aumenta significativamente la densidad de tráfico y hay que tener en cuenta que Los Oficios es una de las entradas principales de la ciudad, que se convierte en una salida fácil y recurrente desde el centro a través de calles como La Muralla, Emile Robín, Ruiz Gómez o Llano Ponte.
Frente a un panorama tan preocupante como este, en el que se antoja realmente complicado una solución que pase por parchear de una vez los 156 baches, surge un conflicto de cesión titularidad entre el Ayuntamiento de Avilés y el Gobierno central. Estos casi tres kilómetros que cruzan la ciudad forman parte de una carretera nacional, la N-632a, que depende directamente del Ministerio de Fomento.
Ambas administraciones mantuvieron conversaciones al respecto hace años y desde Fomento se había adquirido el compromiso de ceder la vía. Sin embargo, el gobierno local reiteró en numerosas ocasiones que aceptar esta cesión dependería en gran medida de las condiciones en que se llevase a cabo.
La inversión necesaria para reparar todo este tramo afectado por numerosos baches sería muy elevada y el Ayuntamiento solo la afrontaría una vez se lleve a cabo el proyecto de construcción de la Ronda Norte. Entonces se podría desviar por esa carretera el tráfico pesado que ahora cruza la ciudad, aliviando en gran medida el impacto de tráfico rodado que sufren estas avenidas cada día.
Por su parte, los vecinos solicitan un acuerdo «urgente e inminente» entre ambas administraciones para facilitar una solución a un problema «muy grave porque la N-632 es una de las principales arterias de acceso a la ciudad y está en unas condiciones lamentables, nosotros somos los principales afectados y no podemos seguir así ni permitir que esta vía transmita a los de fuera o a las empresas una imagen tan bochornosa de la ciudad», reafirma el dueño de un taller de automoción de la avenida de Lugo, que confiesa haber reparado unos cuantos vehículos averiados a pocos metros de su negocio, «encallan sin darse cuenta y luego a ver quien los saca sin daños», asevera el empresario.
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