El cubano Julio César encuentra a su familia de Avilés

Fue como si nos conociéramos de toda la vida». Ángela y Fina Rodríguez Lacalle nunca habían visto a Ana y a Maque Fernández Moro pero cuando se encontraron en la estación de autobuses de Oviedo se abrazaron y 'platicaron' como si lo hubieran estado haciendo desde hace años, y no como si se acabaran de ver por primera vez. Ana y Maque son dos de las descendientes españolas que Ángela había estado buscando junto a su padre Julio César, que a sus 94 años ha llorado de emoción al ver a través del teléfono la casa en la que vivió su padre en Villalegre antes de que emigrara a Cuba a finales del siglo XIX. Tomasa, la abuela de Ana y Maque, era hermana de José Ramón, el abuelo de Ángela y Fina.

Julio César llevaba mucho tiempo intentando encontrar a algún descendiente de aquella familia de doce hermanos a la que pertenecía su padre José Ramón. No fue hasta que su hija Ángela le echó una mano, internet mediante, cuando su historia salió publicada en LA VOZ DE AVILÉS del pasado 22 de septiembre. Sofía, hija de Maque, la leyó en la página web del periódico desde Valladolid, donde vive, y a pesar de no conocer demasiado la historia familiar, ató algún cabo y para terminar de confirmarlo llamó a su madre. «¿Tengo que ponerme nerviosa? Y, claro, me puse nerviosa», resume Maque porque, entre otras cosas, «nuestro padre nunca nos contó nada de aquella estancia en Cuba. Se fue allí con quince años y trabajó en la sastrería 'El Disloque' y luego sí sabíamos que había ido a Cienfuegos». Ahora se preguntan cómo no pudieron preguntarle nada de aquella primera época en Cuba...

No conocían a fondo la historia familiar, pero ahora ya lo saben todo porque en cuanto Maque y Ana leyeron el reportaje publicado por este periódico se pusieron en contacto con Ángela, que aseguraba que «nos hemos encontrado con las primas más cariñosas y generosas que jamás hubiéramos imaginado». «Nosotras igual», apostilla Ana antes de que las dos hermanas mexicanas aprovechen su estancia en Europa para continuar su viaje hacia Bilbao y Edimburgo. «¿Cómo no íbamos a venir? Ni siquiera esperamos a que hiciera mejor tiempo, mi papá no está para esperar y está taaaan emocionado», comenta Ángela.

En la última comida de las 'primas' se suceden las anécdotas, que comenzaron el mismo sábado por la noche, cuando llegaron a Oviedo, retraso incluido. «No sabíamos si reservar mesa, pero tampoco sabíamos a qué hora iban a llegar finalmente, así que al final optamos por un picoteo en casa», relata Maque. «¡Y estuvimos hablando hasta las dos de la mañana!», añade Ángela. Las hermanas avilesinas no las dejaron reservar un hotel y las invitaron a quedarse en un piso vacío que tienen en Salinas. «¡Uy, son muy aventadas! ¡Sin conocernos!», se ríe Ángela. En los cuatro días que han pasado aquí han conocido Avilés, por supuesto Villalegre, Oviedo y Covadonga. En la casa familiar de Villalegre, que se quedó la abuela Tomasa, brindaron y realizaron una videollamada a Julio César. «Mi papá ha estado llorando todos los días y nos da mucho las gracias», confiesa con emoción Ángela.

Emoción es la palabra que más aflora en la conversación. Es el sentimiento que comparten todas los protagonistas de esta historia coral que ahora tendrá continuidad telefónica y telemática y puede que hasta presencial porque Julio César cumple 95 años en marzo y ya se está barajando como hipotética fecha de visita de las avilesinas a México. «Uy, yo soy viajera, pero se me hace tan lejos...», se excusa Maque que, no obstante, tiene a su hija Sofía azuzando.

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