«La discapacidad aún es un handicap para la inserción laboral»

Todo empezó porque un grupo de padres decidió juntarse, pagar entre todos un monitor y hacer alguna actividad y taller formativo con los chavales. Ahora atienden a 73 personas, además de una vivienda tutelada en la que viven diez. En este proceso de crecimiento están a la espera de un nuevo centro donde acoger a las cerca de ochenta personas que acuden a diario y que cuentan con el apoyo de veinte trabajadores y numerosos voluntarios.

Tres de estos voluntarios fueron nominados y merecedores de un premio entregado esta semana en el Ayuntamiento de Avilés como reconocimiento a su labor y Alejandro Alonso les otorga todo el mérito a sus compañeros. Sus nombres son María José Menéndez, José Manuel Morales y José Alonso Álvarez.

La filosofía de la asociación responde a mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual, por eso «tratamos de hacer una formación integral, no nos centramos solo en la parte laboral o académica o en las actividades de ocio y tiempo libre, sino que tratamos de ofrecer un abanico que ocupa la vida de una personas y ahí entra la integración social».

Destaca Alejandro Alonso que desde la entidad «creemos que una de las maneras de integración social es que los chavales participen en la sociedad, en la comunidad, y eso es lo que nos diferencia de otros recursos, vamos más allá, tenemos que trabajar desde que puedan coger un autobús autónomamente hasta ir a sacar un certificado de empadronamiento o que puedan participar de las fiestas del barrio en condiciones de igualdad con el resto de las personas», señala.

Los comienzos de la asociación iban destinados a ayudar a personas de edades entre los 18 y 50 años, pero la franja va cambiando hasta el punto de que ahora también atienden a mayores de 70 años, lo que ha cambiado de alguna forma la manera de trabajar de todos los voluntarios para adaptarse a sus necesidades.

El recurso principal es el centro de apoyo a la integración, un recurso que «nació básicamente destinado a la integración laboral y a lo largo del tiempo, según la gente envejece fue evolucionando. Este centro está abierto de nueve y cuarto de la mañana a cuatro y media de la tarde.

«Nos hemos ido adaptando a las necesidades de la gente mayor y hacemos grupos homogéneos de chavales, más centrados en el tema laboral, pero también tenemos espacios que prácticamente son dedicados a centro de día», explica en este sentido el presidente de la asociación.

Para ello han recibido una subvención, entre otras muchas, para adaptar uno de los espacios para gente mayor. «Lo que antes eran talleres ocupacionales de bricolaje o cuero se está convirtiendo en sillones de relax o aparatos de gimnasia», recursos que pueden ayudar mucho más a las personas de edad más avanzada.

Sobre la inserción laboral Alejandro Alonso asegura que «no es fácil y aunque parece que evolucionamos resulta complicado porque siguen siendo una handicap importante». Comenta el responsable de la asociación Rey Pelayo que en los años 80 se crearon los llamados centros especiales de empleo, «empresas en las que un 75% de la plantilla tenía discapacidad y gracias a eso mucha gente se insertó, pero al trabajar el tema de la integración se dejaron de fomentar y se trató de insertar en empresas normalizadas, pero en la práctica ese paso perjudicó a este tipo de empleo y creo que la población activa discapacitada está disminuyendo», concluye en su análisis de la situación.