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fernando del busto
Domingo, 11 de junio 2017, 09:43
El 30 de diciembre de 1849, la parroquia de San Nicolás vivía un peculiar traslado. Abandonaba el templo situado en la calle de La Ferrería y se trasladaba a la actual iglesia, en la calle de San Francisco. La desamortización de Mendizábal provocaba la marcha de la comunidad franciscana de la ciudad y la singular mudanza eclesial. La parroquia de la villa se comprometía, según consta en el documento, a celebrar una misa dominical «en la parroquia vieja», compromiso que se mantuvo hasta el regreso de la comunidad franciscana a Avilés a principios del siglo XX. De esta manera, hace 168 años se iniciaba una mudanza que, sin embargo, no se culminaría hasta dieciocho años después para poder realizar obras de mejora en el interior de la actual Iglesia de San Nicolás.
Son datos de la historia parroquial y cuyo actual titular, Alfonso López Menéndez, rescata para impulsar un gran proyecto de la parroquia de la villa: la celebración del traslado de templo hace 150 años.
«No es algo habitual y queremos organizar una gran celebración a lo largo del todo el año. La idea es comenzar el próximo octubre y terminar con las fiestas de San Agustín de 2018», asegura Alfonso López. El próximo mes de septiembre, el párroco, el número 33 de los que recoge el archivo parroquial iniciado en 1529, convocará al consejo pastoral y al consejo económico para definir y planificar las actividades. También se constituirá una comisión específica para la organización y celebración de la efeméride.
Las ideas no faltan: abordar diferentes restauraciones en el templo, editar una guía histórica de la iglesia, organizar visitas guiadas... «Mi intención es que sea una gran fiesta para todos los avilesinos, tanto los creyentes como los que no son, un espacio de encuentro entre la Fe y la Cultura, un recordatorio de la historia de Avilés», asegura Alfonso López que no oculta su ilusión ante la celebración.
Contraste arquitectónico
Y es que si por algo destaca San Nicolás de Bari es por ser «una memoria viva de Avilés, la actual configuración de la ciudad no se puede entender sin la parroquia», asegura. Entre los muchos ejemplos cita la estructura de la calle de Galiana, con una margen, la derecha, totalmente diferente a la izquierda: una calle barroca frente a palacetes y casonas de una burguesía adinerada.
«Toda la margen izquierda era la antigua huerta de los franciscanos. Con la desamortización, esos terrenos se compraron y se construyeron las viviendas. Por eso, en esa calle existe una diferencia tan grande de estilos», comenta López.
El traslado del templo permitió que en el siglo XIX se conservasen los doce retablos franciscanos en su interior. La Guerra Civil supuso su destrucción y la casi total devastación de su interior. «José Menéndez fue el párroco al que, tras la Guerra, le tocó la reconstrucción de la Iglesia. En los años 60, llegó Ángel Garralda, al que le debemos la imagen actual de la Iglesia y sus obras sociales, como el colegio», destaca Alfonso López.
La tarea de ambos presbíteros permitió que el templo recuperase su esplendor, ser el arca donde se guarda la esencia de la historia de Avilés. «La pila bautismal es un capitel romano que se encontraba en la parroquia vieja. Posiblemente, se trasladó a la villa desde otro lugar. En el templo tenemos restos prerrománicos, como un cancel con espiga y, posiblemente una cabeza de León; también hay huellas románicas y góticas; conservamos las únicas pinturas del siglo XV que se pueden visitar en la ciudad y la sacristía barroca; tenemos unos murales de Espolita, una de las pocas obras del autor que se encuentran en público; detrás de la pila bautismal se encuentra la fuente donde los mercedarios de Sabugo se lavaban las manos, tres libros cantorales del siglo XVI y que se encuentran en restauración...», destaca Alfonso López.
El párroco no oculta su pasión por la historia al repasar las joyas de San Nicolás, entre ellas el archivo que desde 1529 detalla el día a día de la parroquia. Aparecen procesiones, conflictos entre cofradías, riñas y numerosas anécdotas con las que ilustró el pregón de la pasada Semana Santa. Pero sobre todo, de su lectura se desprende la vivencia de la fe en el pueblo avilesino.
«Contamos con suficiente material para hacer un museo de la parroquia. Es una idea que me atrae, pero ahora no tenemos suficientes recursos y nuestras prioridades deben ser otras, como la restauración del templo. Pero lo más importante de la historia de San Nicolás son sus fieles, más que sus párrocos. Ellos la han hecho posible y han logrado que perviva y conserve este patrimonio, que se pueda seguir conservando y mostrando sin ningún tipo de ayuda», destaca Alfonso López esperando que la celebración de los 150 años, sobre todo, recuerde la Iglesia viva que significa San Nicolás en Avilés.
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