J. F. GALÁN
Domingo, 31 de enero 2016, 00:35
Ascensión Amores se suma a la trágica lista de víctimas mortales o con graves consecuencias físicas de la violencia de género registradas en la comarca de Avilés. Una lista con nombres, apellidos, rostros e historias personales quebradas de manera súbita e incomprensible que han quedado grabados en la memoria colectiva, como los de Amaranta Cueva o Anabel Gutiérrez, ambas, al igual que Ascensión, asesinadas por sus parejas o exparejas.
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También los de Amets y Sara, las niñas de 9 y 7 años que en 2014 murieron en La Arena a manos de su padre, José Ignacio Bilbao, quien posteriormente se suicidaría arrojándose al vacío desde el viaducto de la Concha de Artedo, o el de Isabel Ortega, la anciana que en 2013 perdió la vida en Piedras Blancas apuñalada por su marido, que igualmente se quitó la vida.
Más lejos queda en el tiempo, pero igual de viva continúa en la memoria, la terrible agresión que sufrió Cristina Fanjul en las cercanías de la estación de ferrocarril, un suceso espeluznante que conmovió a la sociedad española. Era la madrugada del 6 de febrero de 2000 cuando un supuesto amigo, Fernando Sanz, soldado profesional e integrante de su pandilla, le sacó los ojos por negarse a mantener relaciones sexuales e intentó abusar de ella. Entonces contaba 22 años, dos más que el agresor, condenado a 25 años de prisión. «Solo quiero olvidar y vivir tranquila», manifestó Cristina, natural de La Felguera, en una entrevista concedida a este periódico en 2010.
Siete años después, el 22 de junio de 2007, la policía hallaba en el alto de La Degollada (Candamo) el cuerpo sin vida de Anabel Gutiérrez. Su pareja, Juan Antonio Santiago, la había golpeado brutalmente en la cabeza y en la cara con una piedra en ese mismo lugar una semana antes, abandonándola cuando aún le quedaba un hilo de vida. Según declaró en el juicio habían acudido allí, un paraje forestal apartado, para intimar cuando «surgió una discusión» que zanjó de manera tan violenta como incomprensible.
Condenado a primera instancia a 20 años de prisión, el Tribunal Supremo redujo posteriormente la pena a 18 al apreciar que no concurrió la circunstancia agravante de aprovechamiento de lugar.
Eduardo Antonio P. T., conocido como 'El Portu', golpeó violenta y reiteradamente con sus puños a Amaranta Cueva, de 29 años, cuando ésta le comunicó su decisión de poner fin a su relación sentimental. Ella intentó defenderse, pero nada pudo hacer ante la corpulencia física y la firme intención del agresor, decidido a «causar la muerte de la víctima de manera consciente y deliberada y a producirle un extraordinario dolor», tal y como quedó recogido en la sentencia. Los hechos ocurrieron entre la madrugada del 11 y la medianoche del 13 de octubre de 2011 en el piso que ambos compartían en la calle Palacio Valdés y la pena quedó establecida en 19 años de cárcel.
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Piedras Blancas
La muerte de Isabel Ortega, de 86 años, tuvo connotaciones que podrían catalogarse de especiales. Lo que llevó en agosto de 2013 a su marido a apuñalarla hasta la muerte para acto seguido arrojarse por la ventana fue su determinación de acabar con el sufrimiento de la octogenaria, en fase terminal de Alzheimer, circunstancia que llevó a hablar de «crimen por compasión», si bien oficialmente fue catalogado de violencia de género, el primer caso con consecuencias mortales registrado ese año en Asturias.
«No podemos juzgar esta muerte. Isabel llevaba siete años cargando con la pesada cruz de la enfermedad y su marido padecía del corazón. Estas muertes dan pie a muchas preguntas que en realidad no tienen respuesta. La mente humana es así, y nadie sabe qué podía pasar en ese momento en el interior de la cabeza de su marido», dijo el párroco de Piedras Blancas, José Manuel Suárez, durante el funeral.
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El doble infanticidio de La Arena es especialmente repugnante, de los que hielan la sangre. José Ignacio Bilbao, vecino de la localidad de 55 años de edad, mató con un barra de hierro a las dos criaturas para hacer daño a su madre, de la que se había separado. Fue ella quien descubrió el horror. Horas antes había denunciado ante la Guardia Civil que su padre, con quien se encontraban en base al régimen establecido, no se las había devuelto a la hora acordada. Acudió al domicilio acompañada de varios agentes y cuando accedieron al interiores hallaron los cuerpos sin vida de Amets y Sara.
En lo que va de año ocho mujeres han perdido la vida en España a mano de sus parejas o exparejas, 823 desde 2003.
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