J. F. GALÁN
Sábado, 30 de enero 2016, 02:53
Julio Pardo, presunto homicida de Ascensión Amores, su mujer, está «hundido, distante, ausente, con la mirada perdida. Apenas habla», según manifestaron a este periódico fuentes no oficiales del Hospital Central Universitario de Asturias, en Oviedo, donde permanece en calidad de detenido y bajo custodia policial en un 'box' especialmente diseñado para estas circunstancias.
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Ingresó la noche del miércoles, horas después de que la Policía hallase el cuerpo sin vida de la víctima tendido sobre el lecho conyugal y a él sentado en el salón del domicilio, sito en el número 11 de la calle de Ramón y Cajal, en El Carbayedo. Presenta un cuadro de intoxicación por ingesta de fármacos que se ha conjugado con una neumonía, estado que obliga a prorrogar la detención judicial y a posponer hasta la próxima semana su declaración. En el mejor de los casos el lunes, según comunicó ayer el Tribunal Superior de Justicia de Asturias. Lo que aún no se ha decidido es si se tomará en sede judicial, en el Juzgado de Instrucción Número 5 de Avilés, competente en violencia de género, o si una comisión judicial constituida al efecto se desplazará a Oviedo.
Según ha confirmado el resultado preliminar de la autopsia, Ascensión Amores murió asfixiada bajo la presión de una almohada después de recibir varios golpes con una llave inglesa durante la madrugada del miércoles, al menos doce horas antes de que la Policía Nacional descubriese el cadáver, en torno a las dos de la tarde. Durante todo ese tiempo el presunto homicida habría estado en el domicilio.
La voz de alarma la había dado la familia de la difunta, sorprendida por el hecho de que la confitería La Duquesita, regentada por el matrimonio, permaneciese cerrada y porque nadie respondiese al teléfono. Una vez detenido Julio Pardo fue trasladado en camilla al Hospital San Agustín para horas después ser derivado al referido centro hospitalario ovetense, donde permanece ingresado.
Los padres del presunto homicida, durante muchos años propietarios de La Duquesita, están «absolutamente abatidos», según manifestó ayer a LA VOZ DE AVILÉS Ángel Garralda, párroco emérito de San Nicolás de Bari, que al mediodía acudió al domicilio familiar «a expresarles todo mi afecto y mi apoyo en tan difíciles momentos. Son dos bellísimas personas que no se merecen esto. Es algo tremendo, inefable, algo de lo que ya no podrán recuperarse en la vida», señaló.
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Según transcurren las horas crecen los testimonios que indican que el negocio atravesaba una situación económica delicada y que las relaciones de la difunta con sus suegros distaban de ser excelentes. Vecinos y clientes aseguran que por tal motivo hace al menos dos años que no se dejan ver por La Duquesita, en la avenida de Fernández Balsera.
La abrió Antonio Pardo, padre del presunto homicida, en 1980, continuando así una tradición familiar iniciada por su abuelo, Julio Pardo Vilac, que en los años veinte del pasado siglo regentaba una confitería en Arriondas que posteriormente ampliaría con un despacho en Villamayor (Arriondas). Su hijo, Antonio Pardo Rodríguez, fundaría a mediados de la década de los cincuenta la Confitería San Francisco, en la avilesina calle homónima, durante muchos años una de las más reconocidas de la ciudad. La Duquesita no tardó mucho tiempo en ganarse una merecida fama entre los amantes del dulce. Antonio Pardo se mantuvo al frente del negocio hasta que en 2006 cedió las riendas a su hijo.
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Julio Pardo Cimiano creó nuevas especialidades como los 'Niemeryinos' y los San Pelayos y fue designado vocal de confitería de la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca. Su presidente, José Manuel García Roxín, no daba crédito a los sucedido. «Me faltan palabras. Llevaba catorce años con nosotros y siempre contábamos con él para todo. Estos actos no tienen ninguna justificación, no sé qué decir», dijo durante la concentración de repulsa y apoyo a los familiares celebrada el jueves en la plaza de España.
Investigación
Mientras, la investigación continúa. La Policía Nacional ha tomado declaración a distintos vecinos del inmueble en el que se materializó el crimen. Algunos aseguran que durante la madrugada del miércoles oyeron una fuerte discusión que parecía proceder del domicilio en el que vivían Julio Pardo y Ascensión Amores, aunque nadie entendió que la situación fuese los suficientemente grave como para llamar a la policía. «En realidad había ruido todas las noches. Él madrugaba mucho para ir a la obrador y antes de marcharse debía hacer bricolaje o algo así. Al menos eso es lo que yo oía», manifestó un vecino. La misma persona indica que «corría el rumor de que se iban a separar». La pareja no tenía hijos.
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A nivel personal los clientes definen a Julio Pardo, de 47 años, como un hombre «reservado, de pocas palabras y semblante serio, pero siempre educado. Aquí nadie alcanza a comprender lo que ha podido suceder. Estamos consternados».
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