R. A. / J. F. G.
Viernes, 29 de enero 2016, 03:55
Mensajes de condolencia, velas a modo de recordatorio, concentraciones y comunicados de repulsa por el crimen. Los familiares de Ascensión Amores recibieron a lo largo del día de ayer innumerables muestras de solidaridad por parte de instituciones públicas, pero también de ciudadanos de a pie. «Todo este apoyo reconforta, pero nadie nos la va a devolver», manifestaba ayer Yaquelin Iglesias, una de las cuñadas de la última víctima de violencia de género.
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La familia más cercana de Ascensión Amores se reunió ayer en el tanatorio de Avilés, a donde llegaron sus restos mortales a última hora de la mañana, una vez realizada la autopsia. «Ha sido un palo muy grande», aseguraban sus parientes, que aún no son capaces de explicarse las razones por las que Julio Pardo decidió acabar con la vida de quien había sido su pareja durante las últimas dos décadas.
Quienes los conocían coinciden en señalar el diferente carácter de ambos. Ella era más abierta y conversadora, mientras que él solía mostrarse siempre más reservado y todos le tenían por un hombre de pocas palabras, aunque se dejaban ver juntos tanto por el barrio de El Carbayedo en el que vivían como por la zona de Las Meanas, donde se ubica su establecimiento.
Cambio de costumbres
Frecuentaban los comercios de Fernández Balsera y locales hosteleros como el bar Avilés de la calle Jiménez Díaz, muy cercano a su domicilio, aunque hacía meses que no paraban por allí. Esta última temporada, Ascensión había mantenido las reuniones habituales con sus amigas del barrio pero, sin embargo, Julio había dejado de asistir a las reuniones y actos de la Unión de Comerciantes, de cuyo comité ejecutivo formaba parte como vocal de confiterías.
Todo apunta a que algo cambió recientemente. Algunos vecinos aseguran que era frecuente oír ruidos en su casa durante la noche, y hablan de tensiones familiares y diferencias por la gestión del negocio, aunque también apuntan que la marcha de la confitería se había resentido por la crisis y que los números habían empeorado en los últimos años.
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Julio era considerado un hombre trabajador e innovador, y estaba haciendo esfuerzos por crear nuevos productos y ampliar su oferta, con la incorporación de nuevos dulces e incluso una oferta de panes, que le obligaba a intensificar el trabajo en el obrador. Nadie le consideraba capaz de ejecutar una agresión de ese calibre, pese a que muchos le veían como una persona «rara» y «huraña».
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