Borja Pino
Viernes, 16 de enero 2015, 00:26
La del miércoles al jueves no ha sido una noche fácil para las decenas de personas residentes en el portal número quince de la calle Los Alas, situada en pleno centro de la ciudad. La explosión de gas que, el pasado miércoles, destruyó tres viviendas del primer piso, dejando a un hombre herido, aún pesa en el recuerdo y en el ánimo de los residentes del edificio, que ayer sólo hablaban de lo sucedido. Los vecinos tratan de volver a la normalidad, pero el estado en que han quedado las viviendas afectadas lo dificulta.
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Aunque la fachada exterior no presenta señal alguna de lo sucedido, basta con franquear el portal para darse de bruces con los primeros daños. Grietas en las paredes, desconches en la pintura y cristales que han desaparecido dan fe de la magnitud del suceso. Pruebas todas ellas que se hacen especialmente patentes en el primer piso, foco de la detonación, que se produjo, según las primeras informaciones facilitadas por los servicios de emergencias, por una fuga en una bombona situada en la cocina del primero E.
El propietario de la misma, R. L. M. M. - que resultó ileso -, mostraba ayer los importantes daños sufridos por su vivienda. Varios tabiques completos se vinieron abajo, uniendo unas habitaciones con otras e, incluso, su piso con los dos anexos, el D y el J. Los cascotes se acumulan en el suelo, mezclados con enseres personales, y los cables y conducciones eléctricas penden del techo reventado.
«Menos mal que me pilló en el baño, porque si no, no lo hubiese contado», afirma, mientras recuerda cómo tuvo que sacar de debajo de los escombros a F. V. C., el hombre de 48 que resultó herido, y que, en el momento del accidente, dormía en una habitación de esa misma vivienda. La misma noche del miércoles, tras ser atendido en primera instancia en el Hospital San Agustín, fue trasladado al Hospital Central, donde permanece con pronóstico reservado. «No sé qué tal está, pero me dice que mal. Tiene afectada la cara y un ojo, y no siente las manos. Le cuesta hasta vestirse», confiesa R. L. M. M.
Él ha sido el inquilino del inmueble que pasó peor noche, pues a la tensión propia del susto se sumó «la incertidumbre normal, porque ahora me toca hablar con los seguros para ver cómo arreglamos esto». Y es que su hogar, totalmente inhabitable, fue ayer inspeccionado por varios peritos, que ya han comenzado a tasar los desperfectos. «Me espera un tiempo de moverme mucho con el papeleo; a ver cómo me rehago».
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Los efectos de la detonación se hicieron notar, incluso, en los pisos superiores del inmueble, que tiene un total de cinco plantas, además de los bajos. Así, un vecino del cuarto piso relataba ayer cómo «estaba en el salón con mi mujer y con mis hijos, de siete meses y tres años y medio cada uno, cuando oímos la explosión y, poco después, estallaron los cristales de tres habitaciones». La suerte quiso que no les ocurriese nada, pues «encontramos un trozo de cristal enorme sobre la toalla en las que cambiamos al bebé. Si llega a estar encima cuando pasó esto...».
Otros residentes aún tienen el recuerdo de los malos momentos pasados durante la evacuación policial. «Nos sacaron a la calle, y había mucho histerismo allí, mucho miedo a que el edificio se derrumbase», afirma otra inquilina. Sin embargo, los técnicos municipales consideraron viable que todos los residentes, salvo los de los tres pisos más dañados, volviesen a sus casas. «Ahora sólo espero que ese herido se recupere», concluye la misma vecina.
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