José Manuel Feito, ayer antes del inicio de la conferencia en el Centro de Servicios Universitarios.

«El reino de Dios no se impone con las armas»

José Manuel Feito repasa el proceso evangelizador realizado por la Iglesia católica en el Nuevo Mundo

Borja Pino

Martes, 28 de octubre 2014, 00:17

En un país con una tradición católica tan longeva como España, la cruz y la espada han unido sus respectivos poderes en no pocas ocasiones para encarar la defensa ante amenazas, o para acometer conquistas y expansiones territoriales. Fue ese tándem entre guerra y religión el que, en gran medida, forjó el imperio español en ultramar desde finales del siglo XV, y el mismo sobre el que ayer, en el Centro de Servicios Universitarios, disertó el sacerdote e historiador José Manuel Feito, por medio de la conferencia 'De La Florida y las reducciones del Paraguay a la Teología de la Liberación'. Su charla puso punto final al ciclo 'Huella asturiana en América', organizado por el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS, que patrocina Cafés Toscaf, y que comenzó el pasado 6 de octubre.

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Como ya sucediese en las tres ponencias anteriores, Armando Arias, coordinador del Aula, fue el responsable de presentar ante el público a Feito, de quien destacó tanto su labor eclesiástica como las décadas que ha invertido en bucear en el pasado de Avilés, de sus gentes y de la impronta que éstas han dejado a lo largo y ancho del mundo. Acto seguido, el propio clérigo tomó la palabra para abordar, a través de un prisma no limitado al territorio asturiano, de qué modo la religión católica, exportada a América por los conquistadores europeos, configuró de una manera determinante la evolución de los territorios del Nuevo Mundo hasta conformar los actuales estados latinoamericanos.

El primer contacto de los indígenas americanos con la Iglesia Católica se produjo prácticamente en el mismo instante en que el marino Cristóbal Colón puso pie en las costas de Indias por primera vez el 12 de octubre de 1492. Ya entonces, representantes de clero castellano acompañaban a la fuerza expedicionaria con un objetivo parejo al de la conquista: evangelizar a los pobladores de aquellas lejanas tierras y convencerles de que abandonasen sus credos tradicionales. «Los estados que afrontaron la ocupación de América, primero España y luego los que siguieron su estela, querían, fundamentalmente, conquistar, ampliar sus riquezas e incrementar su poder, pero ningún rey de entonces podía dejar de lado la religión», expuso Feito.

Fue así como, durante los tres siglos siguientes, la presencia religiosa en el Nuevo Mundo se convirtió en una constante. En lugares como La Florida, espacio afianzado por el militar avilesino Pedro Menéndez, los capellanes y los frailes se encuadraron entre las tropas y procuraron, incluso por medios violentos, expandir su fe entre los aborígenes. En ese sentido, el ponente dejó bien clara su postura al indicar que «empuñar las armas para imponer el reino de Dios no es el camino; el cristianismo debe luchar a favor del pobre, pero no matarlo, aunque hay que ver la historia con perspectiva, y entender que lo que hoy parece inadmisible entonces era la norma».

En el distante territorio de Paraguay los clérigos jesuitas recurrieron, a principios del siglo XVI, a un experimento evangelizador que, a la postre, no resultó fructífero: el establecimiento de 'reducciones', una suerte de comunas en las que los monjes habitaban con los indios guaraníes para educarlos en el comportamiento social, los oficios y la fe hispanas. «Esos nativos se convertían en arquitectos, en músicos, en carpinteros... Había paz y tolerancia», indicó Feito. Y, pese a ello, la desaparición definitiva de tales comunas en apenas cien años confirmó su fracaso. «Querían hacer un reino de Dios en la tierra, pero ese reino no es para este mundo. Su error fue crear reductos cristianos aislados, no tratar de colocar a cristianos en todos los espacios de la sociedad».

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Sin embargo, la exposición de Feito no se limitó a los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, los más abordados a la hora de analizar la presencia española en Indias. También a épocas más recientes dedicó atenciones, describiendo cómo, tras la independencia de las colonias, el poso religioso llevado por los conquistadores permaneció y germinó en Latinoamérica. Fruto de ese proceso fue el nacimiento, en 1968, en el marco del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín, de la conocida como 'Teología de la Liberación', corriente teológica que predica la necesidad de reconfigurar la iglesia para convertirla «en una entidad pobre y para los pobres».

Así, Feito finalizó su conferencia recordando al que, para él, es el principal emisario actual de esa tendencia cristiana nacida en el Nuevo Mundo: el papa Francisco: «Es como un misionero que viene aquí, a la vieja Europa, a cambiarnos a nosotros, a convencernos de que abandonemos las normas, ritos, cargos y parafernalia, y que abracemos una auténtica teología de la liberación».

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