Borja Pino
Martes, 27 de mayo 2014, 01:56
Cada vez son más las voces que esgrimen la capacidad emprendedora como una de las fórmulas más eficaces para esquivar la crisis económica que aún afecta al conjunto del país. Un espíritu que ha calado, incluso, entre los alumnos de los centros educativos de la comarca, independientemente de su nivel de enseñanza. Y prueba de ello fue el Mercado de Cooperativas y Asociaciones Educativas celebrado ayer en la céntrica Plaza de España, y en el que participaron cerca de novecientos estudiantes, pertenecientes a 23 colegios, institutos y centros de educación especial. Así, durante más de de tres horas estos jóvenes comerciantes explotaron todas sus habilidades como vendedores para ofertar los productos de sus stocks a los centenares de visitantes que se acercaron hasta la plaza.
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No se habían alcanzado todavía las once de la mañana cuando los primeros tenderetes se erigieron en la explanada de El Parche, repletos de los más variados artículos. Piezas de artesanía, juguetes hechos a mano, productos gastronómicos e, incluso, jabones y cosméticos quedaron a la vista de los compradores y curiosos que se animaron a deambular entre los puestos, asaltados por una marabunta de niños y de adolescentes que trataban de convencerles de las mejores cualidades de sus ofertas. Una sana rivalidad que no impidió las confraternizaciones entre los colegios, y que quedó mitigada por la amplia variedad de stocks disponibles.
Y es que fue posible encontrar de todo en los más de cuarenta puntos de venta desplegados en la plaza. Hubo estudiantes que se decantaron por en diversificar la oferta de su cooperativa, como los del IES de Corvera, quienes, además de broches y otros adornos hechos por ellos, vendieron gominolas, carajitos, pimentón y especias variadas en su empresa 'Made in Corvera'. Otros, en cambio, prefirieron centrarse en un segmento concreto de productos; tal fue el caso de la cooperativa 'Colmena', del colegio Santo Tomás, dedicada en exclusiva a la artesanía. Un ejemplo que imitaron en el colegio Paula Frassinetti, especializado en productos gastronómicos ecológicos de Murcia.
Precisamente las ofertas de artículos obtenidos de cooperativas ubicadas fuera del territorio asturiano se convirtieron en el caballo de batalla del mercado. Así sucedió en la empresa 'Aptzme', una de las cuatro con las que concurrió el IES Carreño Miranda, y que fue la primera en agotar todo su stock de productos murcianos apenas dos horas después de su apertura. Las manufacturas de Cuenca, de Valencia y de Cantabria también tuvieron su parcela de protagonismo. Pero si hubo un caso paradigmático ese fue el de la cooperativa del colegio Principado, que ofreció quesos, caramelos, chocolates y mostazas elaboradas por negocios de la localidad francesa de Besançon.
Economía y solidaridad
Independientemente de la diversidad de sus stocks, en lo que todos los vendedores coincidieron fue en señalar la utilidad de esta experiencia. «Somos como una empresa de verdad. Creo que ese es su verdadero valor; que nos ayuda a entender lo que hay ahí fuera, más allá de las aulas», apuntó Cristopher Pérez, estudiante del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo. Paula García, del Carreño Miranda, reforzó su opinión al añadir que «nos enseña cómo interactuar con el cliente, cómo manejar el dinero, cómo administrar la contabilidad...».
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Sin embargo, si hubo unos vendedores que valoraron en grado sumo la experiencia de ayer fueron los niños y adultos discapacitados pertenecientes a los Centros de Ayuda a la Integración Villalegre, Rey Pelayo y La Unión, así como los alumnos del Colegio de Educación Especial San Cristóbal. «Es una forma perfecta de demostrar a la sociedad de lo que estos niños son capaces; tienen muchísimo potencial, y esto les permite probarlo e integrarse», afirmó Luisa Martínez, directora de este último centro.
Esta satisfacción común fue también compartida por los responsables de la empresa pública Valnalón Ciudad Tecnológica, organizadora de este proyecto. En palabras de Javier Vallina, miembro de la misma, «es la culminación de un esfuerzo que se ha prolongado durante todo el curso, y que pretende proporcionarles su primer contacto con el mundo laboral. Estos chavales han creado sus cooperativas desde cero: la estructura, la gestión de los recursos, el contacto con los proveedores, el proceso de fabricación... No ha sido algo puntual, sino un trabajo que ha durado todo un curso».
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Ahora sólo resta determinar qué hacer con los beneficios obtenidos, que Vallina no dudó en considerar «superiores a los de la edición de 2013». Mientras que una parte se invertirá «en la supervivencia de las cooperativas», no serán pocos los que destinen el resto «a ayudar a alguna ONG».
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