MARIO ÁLVAREZ
GIJÓN.
Martes, 8 de diciembre 2020, 02:26
«Esto es más duro de lo que pensábamos, pero saldremos de aquí con un acuerdo», indicaron los hosteleros de Asturias Suma, encerrados en la iglesia San Pedro, en Gijón, desde el pasado viernes, en señal de protesta por las restricciones sanitarias que han afectado a diversos sectores de la región. A pesar de que el desánimo y la fatiga se asoman con más fuerza, confirmaron que prolongarán su protesta hasta que el Gobierno regional pacte las condiciones de reapertura, hecho que actualmente consideran muy lejano ya que, según indicaron, el Principado continúa sin ponerse en contacto con ellos.
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«Abrir en Navidad sin garantías significa cerrar para siempre». Con este criterio, José Amador Medina confirmó que su organización quiere huir de una reapertura sin garantías que aboque a muchos negocios al cierre definitivo. Asturias Suma prefiere alargar el cierre hasta que las cuestiones sanitarias mejoren, pero, para llevarlo a cabo, «la suspensión de los pagos se posiciona como imprescindible hasta que se recupere la actividad económica», exigió.
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Recuperar las restricciones vigentes durante el mes de octubre no resolvería el conflicto, ya que parten de la premisa de que los costes fijos deben ser proporcionales a los límites de aforo: «No tiene sentido pagar el cien por cien de los impuestos si me exiges un aforo del 30%», explicó otro de los encerrados, Jorge Blanco, que considera imprescindible retrasar el toque de queda: «Si a partir de las diez de la noche la gente está en su casa, ¿a quién vendemos?», reflexionó.
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José Amador Medina comparte su criterio y pide retrasar el toque de queda hasta la una de la mañana, para que, al menos, los restaurantes puedan cubrir su servicio de cenas. Además, insistió en que no se trata de medidas concretas, sino de un problema estructural: «Si restringes los ingresos, tienes que ser consecuente con los gastos». Por este motivo, Asturias Suma no tiene ninguna esperanza en la decisión que la Junta General del Principado adopte mañana, ya que, aunque se decrete la apertura, «se hará en unas condiciones injustas e inasumibles», por lo que avanzan que permanecerán encerrados. «Pienso en unas navidades aquí, sin mi familia, y no puedo evitar llorar, pero más duro es no poder alimentarles», se lamentó Jorge Blanco, que se sitúa en el peor de los escenarios: «Nos quedan muchas semanas de encierro, haremos lo que sea para luchar por nuestro derecho a sobrevivir. «as muestras de cariño que nos traslada la gente al acercarse nos imprimen fuerza», añaden los encerrados, agradecidos.
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