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CH. TUYA
GIJÓN.
Lunes, 1 de abril 2019, 04:46
Hubo momentos de felicidad. No todo era perfecto, porque él parecía disfrutar haciendo daño a los animales, pero eran felices. Nada cambió con el primer hijo. El infierno empezó a vislumbrarse en el embarazo del segundo. «Ya hubo algún que otro empujón». Recién parida, llegó ... el primer bofetón. «Con la mano abierta, en toda la cara. Tuve la mejilla y la mandíbula dolorida varios días». A partir de ahí, el horror: sexo a la fuerza. «Yo decía que no, pero él decía que mandaba», palizas -«arrástrala por el pelo, que así no le dejas marcas», afirma que le recomendaba su suegra a su maltratador-, castigos a los hijos, tortura a las mascotas hasta el golpe final: «Me cosió el cuerpo a puñaladas».
De eso han pasado ya dos años y él sigue libre. «Todas las denuncias han sido archivadas, o bien por falta de pruebas, porque él siempre parece tener coartada, o porque, como en el caso del apuñalamiento, plantea la Justicia que las heridas me las pude autoinfligir».
No cree eso la asociación asturiana Carla Vive, especializada en ayuda a las víctimas de maltrato, que le ha facilitado apoyo. Tampoco uno de los centros asesores de la mujer de los quince que tiene abiertos el Principado en toda la región, donde la están asesorando legalmente, «me han ayudado mucho, pero no diga qué centro es, para que él no me identifique». Ni Cruz Roja cree que ella y sus hijos no estén en peligro, por lo que, desde hace dos años, le han facilitado el sistema de protección telemático Atenpro. Cruz Roja es la entidad con la que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad tiene suscrito un convenio en todo el país para gestionar el Servicio Telefónico de Atención y Protección para Víctimas de Violencia de género.
A simple vista, es un teléfono móvil. «Pero solo tiene dos teclas: la de apagar o encender y la de alarma». Desde ese aparato no puede llamar a nadie. Pero al pulsar el botón de alerta «inmediatamente, me llama un técnico de Cruz Roja. Me pregunta qué ocurre y tramita la alerta por su cuenta».
En España, son 13.376 las mujeres que, como esta asturiana, tienen esta protección telefónica. En Asturias, hay un total de 528 Atenpro en funcionamiento, lo que convierte al Principado en la comunidad con la tasa más alta de mujeres con esta ayuda por cada millón de mayores de 15 años: 1.094. Solo Valencia tiene una tasa superior, 1.193.
«Mi vida gira alrededor de este aparato. He adaptado todas mis prendas para poder tener siempre un bolso donde tenerlo a mano». Una adaptación externa e interna. «He practicado mucho en casa con él antes de atreverme a salir. Tengo una dolencia física que me dificulta el movimiento, así que practiqué mucho para tener claro dónde llevarlo mejor y, sobre todo, para utilizarlo. Porque el miedo te paraliza».
De la efectividad del Atenpro tiene buena prueba. «Antes de tenerlo, si llamaba yo a la policía, tardaban hasta media hora en llegar. Ahora, en diez minutos están donde me esté pasando algo». Un pasar 'algo' que puede ser que le disparen con pistola de aire comprimido al vehículo. O a la casa. O que merodeen donde ella está. O sus hijos. Él está pendiente de juicio, «la custodia de los críos la tengo yo y no debe acercársenos». Para ella, el Atenpro es «mi salvavidas. Vivo pegada al móvil como quien lo hace a la botella de oxigeno. Mientras él siga libre, a mí me salva la vida. Y a mis hijos».
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