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R. MUÑIZ
GIJÓN.
Lunes, 6 de noviembre 2017, 02:19
Tomás Fernández, guarda del refugio de Vega de Urriellu desde hace 27 años, está a tres grados bajo cero, a 1.960 metros de altitud, una cota desde la cual que ayer por la tarde veía la nieve de otra forma: «Para nosotros es el ... principio del final, los últimos coletazos. Cerramos el 15 de diciembre y estamos pensando ya en el descanso de la temporada». El espectáculo tiene su público. Ayer mismo despedía a cuatro madrileños. «Vinieron solo porque sabían que habría nieve», dice.
El frío impone su cambio de guardia en las cumbres. «En cuanto empieza así un poquitín el invierno, el ambienta cambia, se tecnifica, deja de llegarte el turista y lo que quedan los 'frikis' de esto; nos cambian hasta las conversaciones», comenta Alejandro Mier, 'Apu', desde el refugio El Meicín. A 1.560 metros de altitud, en el macizo de Ubiña, el centro cierra entre semana pero funciona los sábados y domingos del frío.
Como en el de Vega de Urriellu, la clausura nunca es completa. Dejan una habitación abierta, con camas para el montañero que lo precise, linterna, y una radio con la que comunicar si hay una urgencia. Todo queda a merced de desconocidos, pero en la confianza de que imperará la camaradería.
El de El Meicín es el único refugio del país con una mujer por titular, Tania Plaza. Queda a una hora de caminata desde la carretera «pero con nieve se puede tardar hasta cuatro horas y media». Esa dificultad extra es la que atrae a su principal clientela, asegura Mier: «Ahora es cuando nos viene más gente, corredores de nieve y hielo, esquiadores, guías con clientes para hacer alpinismo invernal...».
Ambos lo confirman: el perfil de quienes frecuentan las cimas está mutando. «Hace 37 años pasaban pocos, se miraba de otra forma, era un hobby pero ahora es casi una necesidad salir a hacer deporte; la gente está muy estresada con los trabajos y quieren esparcer. La montaña es un sitio idílico para ello», refiere Tomás Fernández. «Llevamos unos años en los que estamos ante una nueva ola, un boom de gente que viene de la bicicleta o del 'running' y se termina iniciando al alpinismo», abunda Alejandro Mier.
Atender a ese hormigueo pone a prueba la logística de los refugios, más con estas nieves. «Lo tienes todo previsto, pero por ejemplo ahora te faltará el pan del día; compras panchas que aguantan ocho o nueve días y cuando suba otro compañero renuevas», explican desde el Urriellu, que, en ausencia de nieves, un caminante puede alcanzar tras cuatro horas de ruta. La complicación con la que juegan es que ahora deben acopiar pensando también en primavera.
«Abrimos entre marzo y abril, y hasta julio no tendremos el suministro con el helicóptero, así que tendremos que dejar mercancía», indica Fernández.
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