

Secciones
Servicios
Destacamos
Todo ocurre al ponerse el sol. Cuando la Santa Cueva se vacía, cesa el bullicio y se hace el silencio. Es entonces, pasadas las nueve de la noche, cuando allí, en las entrañas mismas de Covadonga –que, para muchos, es lo mismo que decir el corazón de Asturias, cuna de España– empieza a desplegarse un delicado ceremonial vedado a los ojos de fieles, peregrinos y turistas: la Santina, Patrona del Principado, se despoja de todas sus vestiduras para amanecer con otras diferentes y brillar en la altura más bella que el sol. Un ritual que, generalmente, tiene lugar todos los sábados del año –aunque la cita varía en función de la agenda y de la climatología– y del que se encargan uno de los dos sacristanes de la Cueva y cuatro religiosas Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo (Fundación Brasileña).
Una de las monjas que tiene encomendada la misión de vestir y desvestir a la Santina es la hermana Fabiola Aparecida Pereira da Silva, 32 años de vocación y a la que le brillan los ojos al contar que, para ella, es «todo un honor. Quizá uno de los mayores a los que pueda aspirar una monja». Una coreografía en la que, además de la camisola que viste el Niño Jesús, entran en juego los tres elementos que conforman el atuendo mariano. Porque, aparte del manto –su signo más reconocible–, la talla de la Virgen lleva un delantal y un rostrillo que le enmarca la cara. «Todo se hace así, en la intimidad, porque, en cierta manera, es algo similar a cuando se desviste una mujer», apunta, a su lado, José Juan Hernández Déniz, tinerfeño, 60 años, canónigo penitenciario de la Real Colegiata de Santa María de Covadonga, el encargado de absolver a los pecadores que pasan por el confesionario. «Y, además, verla sin ropa iría contra la sensibilidad de la gente», sostiene.
Hernández Déniz –y el propio abad, que ha dado orden expresa de velar ese momento a miradas indiscretas– es consciente de que, tratándose de la Santina, una «imagen creada para ser vestida, porque únicamente tiene talladas la cara y las manos», el asunto de la desnudez no es, ni mucho menos, baladí. Y, de hecho, ya existen antecedentes que apuntan en ese sentido:«Después del Concilio Vaticano II, hubo un intento por parte de un abad de que se quedase solo con el manto, sin el delantal ni el rostrillo, por aquello de presentar las imágenes de una forma natural y cercana. Pues bien: no se llegó a las manos porque Dios no quiso. La gente se indignó porque los asturianos la quieren ver vestida. Y vestida completamente».
Buena prueba de la devoción de su pueblo por esta talla del siglo XVI –la original fue destruida por un incendio– es que, según el canónigo penitenciario, «cada año, desde hace siglos, la Virgen recibe cuatro o cinco donaciones de particulares e instituciones» como el Ejército que pasan a engrosar su ajuar, conformado actualmente por más de medio centenar de conjuntos cuya confección, «dependiendo de los materiales y el trabajo, puede superar los 4.000 euros». Yes que, «a medida de transcurre el tiempo, se van retirando los que se van quedando deteriorados». Un ropero cuyas últimas incorporaciones han sido un manto confeccionado en damasco donado por el Opus Dei con motivo de la visita al Santuario de su prelado y otro ofrendado por la TPA. Un vestidor regio que también se mantiene oculto al público en la llamada Torre del Abad, «un área muy restringida».
«Exactamente, los juegos de ropajes están en un armario de madera hecho expresamente para ellos, con las medidas exactas de los mantos, que nunca se planchan y se lavan en seco y que se guardan rodeados de deshumidificadores y permanente aireados, porque la humedad es su peor enemigo». Tanto que, «a veces, antes de guardarlos, hay que ponerlos a secar durante varios días porque terminan empapados». Y así, por ejemplo, «durante el invierno, apenas se la viste con mantos de terciopelo, que llegan a ponerse negros, y se opta, en cambio, por tejidos más ligeros, que absorban menos la humedad». Una decisión –la de qué conjunto la engalanará en cada ocasión señalada de su agenda– que tampoco puede tomarse a la ligera y que se consensúa entre el Cabildo y las Carmelitas que ejercen como sus 'ayudas de cámara'.
El terciopelo de distintas calidades es precisamente el material que predomina en el vestidor. Yde terciopelo lucirá también en todo su esplendor la Santina cuando, el próximo 8 de septiembre, Leonor de Borbón y Ortiz, Princesa de Asturias, primera en la línea de sucesión al trono español como primogénita del rey Felipe VI , realice su primera visita oficial a la región con motivo de los centenarios de Covadonga siguiendo los pasos de su padre.
Para esa cita con miles de ojos, la Virgen de los asturianos, capitana en la batalla de don Pelayo contra las huestes musulmanas que cambiaría el curso de la historia, se mostrará ante el mundo, pequeñina y galana, con «el que es, sin duda, su manto más valioso»:el que le regalaron el rey Alfonso XIII y su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, a finales del siglo XIX, «bordado con hilo de oro y piedras semipreciosas».
Es uno de los llamados 'mantos históricos', que la Santina reestrenará para la ocasión, porque acaba de ser restaurado por las monjas Pasionistas de Oviedo después de que la seda original cediese. Una labor que consistió en recuperar los bordados que adornaban el manto, con las iniciales 'A' y 'C', el delantal y también las ropas del Niño y trasladarlos a unas nuevas telas que respetasen el modelo primigenio proyectando la imagen en el tejido. Una delicada técnica denominada «transporte» en la que las Pasionistas son «verdaderas especialistas junto a las clarisas de Villaviciosa».
Un primor en rojo y oro, porque, como explica Hernández Déniz, aunque no hay una tonalidad propiamente oficial, «la Santina siempre se vistió de rojo porque es virgen de batallas, virgen que te ayuda a vencer las dificultades, virgen que te auxilia a la hora de enfrentar los momentos difíciles. De hecho, ella misma pasó por numerosas vicisitudes:fue llevada a Francia durante la Guerra Civil, regresó y, finalmente, sufrió un ataque de termitas que casi la terminó por destruir, lo que hizo necesaria la intervención del Instituto Nacional de Conservación y Restauración de la Dirección General de Bellas Artes». Dificultades como las que a buen seguro Leonor de Borbón y Ortiz tendrá que enfrentar también en los próximos años. Pero, aunque el carmesí es su estandarte, también posee mantos de distintos tonos. Fundamentalmente, de los otros tres colores litúrgicos: blanco, morado y verde, el tono del más antiguo, obsequio de Isabel II en 1858, también bordado en oro, cuajado de rosas y azucenas y obra de Mauricio Mon, bordador honorario de cámara de Su Majestad. Una pieza muy especial que costó unos 179.000 reales, que en 2004 fue totalmente restaurada y que, desde entonces, se expone en el Museo del Real Sitio.
Para diario, se utilizan otras ofrendas llegadas desde distintos rincones y, como deferencia a algunas personas o entidades que la visitan, como las plantillas del Sporting y el Oviedo, la Virgen suele lucir sus colores. «Con el azul también está divina y hay mucha gente que dice que tiene el guapo subido», apunta el canónigo penitenciario, que anima «a donar mantos a entidades como los clubes de fúbol» y que cuenta que las propias monjas disponen de unos patrones que se envían a los interesados.
Junto a los ricos ropajes, el gran día, la imagen de la Santina –que solo se saca cada 8 de septiembre y que habitualmente es reemplazada por tres réplicas de resina– lucirá también en toda su majestad la rosa de plata dorada que, «en el paso de la romanización a la cristianización, sustituyó a los frutos del campo y a las espigas que adornaban su mano derecha».
Y, en lo alto del rostro, dulce y algo ensimismado, la corona con la que, con motivo del duodécimo centenario de la batalla de Covadonga, en 1918, fue coronada solemnemente. Una joya cuajada de perlas, brillantes y piedras preciosas costeada con los donativos de los asturianos y «de un valor incalculable». Una corona digna de Reina ante los ojos de una Princesa que está llamada a ser soberana.
Publicidad
Jessica M. Puga | Gijón y Samantha Acosta
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.