Yadira Portillo, la migrante venezolana, junto a Aurora García, directora de Cáritas Asturias. ÁLEX PIÑA

«En Venezuela, los enfermos tienen que llevar al hospital hasta el agua para asearse»

CH. TUYA

GIJÓN.

Viernes, 26 de marzo 2021, 02:19

Cáritas tuvo que rescatar de la ruina a 1.341 familias formadas por un adulto a cargo de menores. En la mayoría de los casos, ese adulto es una mujer. Tiene entre 40 y 44 años y nació en algún país de Latinoamérica. A ... esos datos, hay que sumar que la mitad de las 5.158 familias atendidas por Cáritas en Asturias el año pasado están formadas por migrantes y refugiados. De esos 2.579 hogares formados por llegados de otros países, la mayoría tiene pasaporte venezolano.

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Además de poner cifras, Cáritas quiso poner también nombre a una de las personas que pasaron por la entidad el año pasado. Yadira Portillo, venezolana, aseguró que «no me alcanzará la vida» para agradecer la ayuda de la entidad, en un momento «en el que perdí el sentido de vivir», tras fallecer su marido, «mi compañero durante 34 años».

En un conmovedor relato, Yadira Portillo explicó que tuvo que salir de Venezuela, «donde te asaltan por llevar un paquete de azúcar en la mano», debido a la imposibilidad de lograr asistencia médica. «En los hospitales no hay ni una bolita de algodón. Los enfermos tienen que llevar todo de casa, incluso el agua para asearse».

Descendiente de italianos, ella y su marido dedicaron su vida «a nuestro negocio de instrumentos musicales», hasta que la crisis económica y política que castiga al país «comenzó a hacer imposible vivir». Los precios cambiaban «tres veces en un día», los proveedores «nos vendían más caro de lo que podíamos vivir» y pronto el caudal de ahorros «desapareció». De ser, recuerda, «una familia unida, siempre junta», tuvieron que tomar la decisión de «en 2016, que mi hija se fuera del país». Dos años después, tras un robo con agresión, «fue a mi hijo al que sacamos. Porque, solo podíamos agradecer que estaba vivo».

614 plazas de inserción

La búsqueda de un lugar mejor les trajo a España, pero su marido no sobrevivió a los problemas de salud que no pudo atajar en Venezuela. «Estamos hablando de hospitales que no tienen nada, insisto, en el que los enfermos se tienen que llevar el agua para asearse, ¿cómo le iban a curar allí?».

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Ahora, es una de las 614 personas que participa en el programa de empleo e inserción sociolaboral que tiene Cáritas. «No me alcanzará la vida para dar las gracias», repite.

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