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L. RAMOS
MILDÓN (PEÑAMELLERA ALTA).
Domingo, 5 de julio 2020, 01:42
Son la élite de los servicios de rescate y están más que preparados para actuar en prácticamente cualquier situación, pero no son de piedra. El durísimo rescate del cuerpo de la menor madrileña ahogada en la tarde del viernes en el río Cares hizo que ... alguno de los componentes del operativo no pudiese contener las lágrimas al finalizar. «Nos dejó a todos tocados. Este tipo de incidentes, con gente joven, son lo peor que puede pasar», reconocía ayer a EL COMERCIO el agente de la Sección de Rescate e Intervención en Montaña (Sereim) de la Guardia Civil de Cangas de Onís Jesús Olivera.
Él, junto a su compañero Jonay Pérez, fue el encargado de facilitar el acceso de los buzos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Comandancia de Gijón hasta la gran roca bajo la que había quedado atrapada la niña, así como de montar la cuerda de extracción que ayudó a sacarla hasta la carretera. La coordinación entre los cuatro agentes y los efectivos del Grupo de Rescate de Bomberos del SEPA, recalcó, fue «muy buena», lo que permitió poder extraer el cuerpo del río minutos antes de la medianoche y no tener que esperar al alba. «Siempre que es posible y seguro preferimos actuar con la mayor rapidez, eso también ayuda a no alargar el sufrimiento de la familia», indicó el especialista.
Fue a las nueve de la noche cuando los movilizaron, si bien el aviso de que se estaba buscando a una joven en el río había llegado tiempo antes, lo que les dio cierto margen para organizarse.
Son cuatro los agentes de la Sereim que este fin de semana están de guardia en el cuartel cangués: Olivera, Pérez, Antonio Estrada y Francisco Alarcón. «No sabíamos cuánto tiempo iba a durar el rescate, así que decidimos ir Jonay y yo y que Antonio y Francisco se quedasen de relevo», explicó Olivera.
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Así, él y su compañero salieron inmediatamente hacia el lugar del suceso con una idea en la cabeza: «Llegar allí con luz fuese como fuese». Y es que, en un operativo de semejante complejidad, poder hacerse «una composición del lugar» es básico a la hora de decidir las estrategias que seguir y montar los sistemas necesarios para garantizar la seguridad de todos. «Había un sendero que bajaba desde la carretera, pero era demasiado peligroso llegar hasta él por el río y después subir la camilla de noche, así que finalmente optamos por asegurar una vía desde el quitamiedos de la carretera», indicó. Para ello fue preciso despejar primero la escarpada ladera. «Un vecino de la zona me dejó una hoz pequeña y con eso fui limpiando todo», agregó el 'greiman'.
Así, cuando los buzos llegaron, en torno a las once de la noche, ya estaba todo listo. Previamente, y en presencia de los agentes de montaña, dos de los monitores de la empresa de aventura trataron varias veces de sacar a la menor, sin éxito. «Le veíamos la mano y el casco bajo el agua, pero no conseguíamos llegar hasta ella por la fuerza de la corriente», recordó Olivera. De hecho, fue necesario que él y su compañero montasen una especie de tirolina de lado a lado del río para que los GEAS pudieran agarrarse a ella mientras se acercaban poco a poco a la niña. «Al final, y gracias a la colaboración de todos, el rescate se hizo de forma rápida y antes de la medianoche estaba fuera del agua». A la compleja orografía de la garganta del Cares se sumaron en esta ocasión «la oscuridad y el ruido» del río, que dificultaban las comunicaciones.
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