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YAGO GONZÁLEZ
Miércoles, 14 de abril 2021, 16:52
Es un pequeño objeto de plástico blanco, de unos ocho centímetros de largo. Por uno de los laterales se introduce, como si fuera un USB, una plaquita que contiene mucosas de la nariz, obtenidas con los mismos palitos con los que se hace una PCR, a las que se han añadido unos reactivos químicos. El aparato contiene una especie de calentador que eleva la temperatura de esa mucosa y esos reactivos a 65 ºC. Pasados treinta minutos, el aparato determina si en esos restos hay o no material genético del SARS-CoV-2.
Así es, de modo resumido, el invento que han desarrollado nueve científicos españoles, tres de ellos de la Universidad de Oviedo, para obtener un diagnóstico más rápido y barato de infección por covid. Si se concede la patente y el proyecto se comercializa con éxito, supondría un gran paso adelante en la lucha contra la pandemia: cada hogar o cada empresa podría tener uno de estos dispositivos para saber en poco tiempo si alguien está contagiado. Además, el aparato tiene conexión a Internet, por lo que una persona podría hacerse la prueba y recibir directamente el resultado en su teléfono móvil, o compartirlo con quien quiera.
El proyecto cuenta con una financiación de 140.000 euros procedentes del Fondo Supera Covid-19, en el que participan el Banco Santander, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). En él llevan trabajando siete meses, desde septiembre, un equipo de nueve investigadores de tres universidades y formados en tres disciplinas científicas diferentes.
Por parte de la Universidad de Oviedo, especializadas en química analítica, participan Teresa Fernández, Andrea González y Estefanía Costa. Las microbiólogas María Dolores Cima y María del Mar García pertenecen a la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), y la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) aporta el equipo de ingenieros telemáticos: Antonio Javier García, Joan García, Toribio Fernández y José Francisco Beltrán.
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Cada uno de los equipos se ha basado en investigaciones de sus respectivos campos y entre todos han combinado sus saberes para aplicarlos a la detección pronta del coronavirus. Por ejemplo, las especialistas de la UNIR y Oviedo se han apoyado en su trabajo de estos últimos años sobre la bacteria del neumococo y sobre el SARS-Cov-1, el que provocó la pandemia de 2003. Y los ingenieros de la UPCT han aportado unos dispositivos que ya utilizaban para el análisis de hormonas. «Hubiera sido imposible partir de cero para lograr esto. Cada una de las partes implicadas tenía mucha experiencia previa», señala María Dolores Cima.
Con excepción del 'grupo' murciano, las científicas trabajan desde septiembre en el laboratorio de la Facultad de Químicas de la Universidad de Oviedo. «Aunque la mayor parte del trabajo universitario es telemático, creemos que estar juntas en el laboratorio, de forma presencial, nos ayuda a compartir ideas y trabajar mejor», señala Teresa Fernández. No obstante, todos los jueves a las 9.30 de la mañana el equipo completo tiene una reunión virtual para ponerse al día de sus avances.
El equipo está ultimando la solicitud formal de la patente para que el dispositivo sea lo antes posible un objeto de uso cotidiano y masivo. Calculan que podrían obtenerla «en unos seis meses». Es decir, alrededor del próximo mes de septiembre, cuando se cumplirá un año del inicio del proyecto. «Una parte muy grande de este trabajo se lo lleva la burocracia», admite José Francisco Beltrán.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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