GASPAR MEANA

Padres en la Universidad

Si unos padres hacen la matrícula de su hijo, es porque no confían en que el propio hijo la haga, o la haga bien. Y si una persona no está dispuesta a hacer su propia matrícula, el fracaso en la Universidad está asegurado

Jueves, 19 de septiembre 2019, 10:34

En los últimos años la presencia de padres en la Universidad es cada vez más frecuente. No me refiero con ello a personas de una cierta edad que se continúan formando en la Universidad, lo que también ha crecido en cursos de posgrado, sino a ... personas que aparecen en la Universidad estrictamente en su función como padres.

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Esta presencia comienza en la etapa preuniversitaria del hijo o hija. Hace 20 años era raro que una persona que se interesase por la Universidad viniese acompañada de sus padres. Una generación después es habitual. Los profesionales de hoy solemos decir en corrillos que nos hubiera dado vergüenza que nuestros padres nos hubieran acompañado. Pero las cosas no son tan fáciles.

Por una parte, la mayoría de nosotros ya teníamos en esa etapa preuniversitaria un nivel educativo superior o incluso muy superior al de nuestros progenitores, a quienes no les quedaba más remedio que confiar en que sus hijos abrieran el camino. Por otra parte, la información hoy en día de los estudios universitarios es inmensa, pero también la pura propaganda, debido a la mayor competencia entre universidades y centros universitarios. Ya no estamos en la época de la masificación universitaria; el alumno es un bien disputado y se encuentra entre muchos intereses que tiran en sentidos contrarios.

También hay que tener en cuenta que las relaciones en la familia han cambiado mucho entre la generación actual y la anterior. Hoy en día, en una familia media, los padres y los hijos hablan con más naturalidad de sus intereses y problemas. La elección de una carrera universitaria es una decisión de máxima importancia para el resto de su trayectoria vital. Creo que es positivo que la familia se informe y, con el conocimiento de sus hijos y de la propia vida, trate de asesorar, aconsejar y, en definitiva, participar en tan importante decisión. El número de familias que siguen este camino es creciente.

Hasta aquí la cara. Sin embargo, no todo es así y existe una cruz. Existe otro camino seguido por los padres, que ha crecido y continúa creciendo incluso más rápidamente, cuya participación creo que es sumamente perniciosa para sus hijos y, por extensión, para toda la sociedad y para nuestro futuro. Se trata de padres, por ejemplo, que no acompañan a sus hijos a informarse, sino que se informan ellos porque no van sus hijos; padres que cuando acompañan a sus hijos, responden por ellos. Pregunto «¿hay alguna de nuestras titulaciones en la que hayas puesto el punto de mira?» «Mecánica», responde el padre en presencia de su hijo. No es una anécdota que muchas de las matrículas de los estudiantes, no me extrañaría siquiera que fueran la mayoría, las hacen sus padres. Tenemos evidencias indirectas que nos llevan a concluir que no hablamos de casos singulares. ¿Es que no sabe manejarse un hijo en internet mejor que sus padres incluso?¿Cómo es posible que veamos hasta abuelos cubriendo papeles de sus nietos? ¿Cómo se pueden dar casos de padres que acompañan a sus hijos a la revisión de exámenes ¡y quieren hasta estar en la propia revisión!?

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Supongo que a nadie sorprenderá. Todos sabemos que la protección a los hijos en nuestra sociedad excede todo lo recomendable. Evitamos que nuestros hijos adquieran responsabilidades, ni siquiera confiamos en ellos y prolongamos su adolescencia, a veces su infancia, hasta edades muy tardías. Si unos padres hacen la matrícula de su hijo es porque no confían en que el propio hijo la haga, o la haga bien. Una persona que no toma responsabilidades no madura. Un joven no madura porque haya visto hoy medio mundo y alojamientos de primera, con cómodo transporte y sin preocuparse por los gastos. Madura tomando decisiones tanto por acción como por omisión y madura a partir de las consecuencias de estas acciones.

La edad media de emancipación en España es 29,5 años; en Suecia es 18,5. Esto no solo solo se explica con el paro, aunque no hay duda de que también es una causa. También es causa del diferente modelo social. En España, el eje de nuestra sociedad es la familia y su protección, en Suecia son las personas y su independencia, incluyendo la de la familia. No se trata de convertirnos en suecos, se trata de ver que hay otros modelos posibles.

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Soy padre. No me atrevo a decir que no caiga o que no vaya a caer en los vicios que apunto. Simplemente comparto esta reflexión entre otros padres y me pregunto si nuestro protagonismo en la formación de nuestros hijos está yendo alarmantemente lejos.

Como ya he comentado hay una cara y una cruz, hay formas de incrementar nuestra participación que podemos convenir que son positivas e incluso necesarias. La clave para distinguirlas está en tener claro quién es el verdadero protagonista. Si una persona no está dispuesta a hacer su propia matrícula en la Universidad el fracaso en la misma está asegurado y no creo que deba responsabilizarse a sus padres. Estamos confundiendo el ideal de 'padre o madre coraje', que únicamente debiera ser ideal cuando se centra en la protección y lucha por el desvalido o del indefenso, con el error del alquimista empeñado en conseguir la fórmula del oro.

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Juan Carlos Campo, director de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón

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