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pablo suárez
Miércoles, 5 de septiembre 2018, 19:16
«Son accidentes que pueden ocurrir en cualquier momento, pero que nunca esperas que te toquen a ti. Senén nunca pudo imaginar que le iba a suceder lo que terminó por acontecerle». Así se refería el sacerdote de la iglesia de San José de Gijón ... a la terrible casualidad que terminó con la vida de Senén Álvarez, de 77 años, quien volvía a casa en el autobús siniestrado después de haberse realizado un chequeo médico en Avilés. Hoy, más de un centenar de personas entre familiares y amigos hicieron que la iglesia de San José se quedase pequeña para dar un último adiós al fallecido, cuyas cenizas presidían el púlpito del templo, donde también se le dedicará la misa del próximo domingo.
Tras la lectura de la carta del ápostol Santiago a los romanos, donde este incide en la obra redentora de Cristo, el cura quiso sacara a colación la celebración de la novena de la virgen de Covadonga, de quien dijo que se encargaría de cuidar a Senén. «La virgen actuará como madre y lo acogerá en su balsa», dijo dirigiéndose a la familia, que copaba la primera fila.
Pese a ser un hombre soltero y sin hijos, Álvarez tenía una numerosa familia, en su mayoría primos, y una gran cantidad de amigos, los cuales lamentaban ayer «profundamente» su pérdida. «Era un hombre muy abierto y espléndido que se hizo a sí mismo. En el ámbito laboral era todo un profesional, lo que hizo que tuviese una clientela muy fiel», afirmó uno de sus mejores amigos, José Luis García.
La terrible secuencia de casualidades que tienden a formar parte de este tipo de tragedias también estuvieron presentes en el caso de Álvarez. «Había vendido el coche hacía poco porque decía que con su edad era un peligro conducir y que no se la quería jugar. El destino quiso que encontrase la muerte precisamente en una carretera», se lamentaba su amigo, quien justifica la visita médica de Álvarez al municipio avilesino en el hecho de que uno de sus sobrinos pasaba consulta allí. «Como es obvio, Senén prefería que le llevase todo lo relativo a los chequeos su propio sobrino, por lo que se desplazaba a Avilés periódicamente», contó.
Su círculo más cercano habla de Álvarez con un tremendo cariño. «Era una persona muy buena y con la que disfrutabas tomando un café o dando un paseo. Pese a no haber tenido hijos siempre estaba acompañado. No paraba quieto», relatan sus amigos. Por su parte, la familia apenas podía contener ayer el llanto por la repentina pérdida. «Era una persona muy bondadosa. Enternarnos de que ya no estará con nosotros de esta manera ha sido muy duro. En un primer momento apenas nos lo podíamos creer», declararon visiblemente afectados.
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