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La madrugada del 24 de febrero, la guerra llegó a Ucrania para despertar viejos fantasmas. Oleh Stoliarenko cursaba Derecho en la Universidad de Yaroslav Mudryi (Járkov), se había mudado desde Bilyaivka —un pequeño pueblo al sur del país—, para continuar allí sus estudios. El jóven de 18 años dormía, sin sospechar que toda su vida estaba a punto de sacudirse. Las bombas lo despertaron aquella noche. Estruendo de dolor que no podrá olvidar nunca. Oleh, sin comprender bien lo que ocurría, cogió su documentación a toda prisa, y corrió a reunirse con su padre y dos de sus primos. Salir de la ciudad no fue fácil, ya que soldados rusos bloqueaban las salidas y se vieron obligados a cambiar la ruta en varias ocasiones.
Horas antes, a las 6:00 A.M. (hora local de Moscú), el presidente ruso Vladímir Putin transmitía en un comunicado oficial su intención de llevar a cabo «una operación militar especial» para «proteger a las personas que han sido objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años». De esta forma, comenzaba un nuevo episodio del conflicto ruso-ucraniano, que se había fraguado durante años y en el que se intercalaron etapas de paz relativa.
Empezaba una nueva vida para Oleh y tantos otros, obligados a vagar en busca de asilo, dejando atrás la tierra en la que nacieron. El destino quiso que Oleh acabase en España, junto a su madre, su hermana pequeña y su prima: «Era el sitio más lejos de Rusia que se nos ocurrió», confesaba el joven, que tuvo que despedirse de su padre, su tío y su abuela. Su padre, agricultor, decidió no abandonar el país y continuar cultivando la tierra que siempre le había dado de comer. Actualmente, su tío forma parte del ejército y su abuela se niega a dejar atrás su hogar.
Fue el 29 de marzo cuando Oleh y parte de su familia llegó a España tras más de 40 horas de viaje en coche. En medio de este periplo, resultó muy complicado encontrar una vivienda para ellos, ya que los propietarios exigían garantías de solvencia económica a largo plazo, algo que la familia refugiada no podía asegurar. Gracias a dos personas que aceptaron alquilarles un piso en Las Vegas, acabaron estableciéndose en Corvera (Asturias). Oleh asegura que este fue el único piso que se les ofreció en toda España y está muy agradecido. También destaca el gesto de su dentista, que trató a su hermana de forma gratuita. Son estos pequeños gestos los que la familia más aprecia.
Ahora, ya pasados siete meses, Oleh va adaptándose a la vida en España, aunque no puede disimular sus ganas de regresar a su país natal. Entre tanto, continúa con sus estudios de Derecho y, junto a sus compañeros, recibe clases de forma telemática desde Ucrania o dondequiera que estén sus profesores. También acude la mayor parte de los días a las clases de español que se organizan en la calle La Muralla, 37, de Avilés. Este local, propiedad de Carmen Arias, lleva siendo un punto de apoyo fundamental desde el inicio de la guerra para todos aquellos exiliados ucranianos y también sirve como enclave para recoger donaciones de alimentos.
A Daria Pavlovska la guerra le pilló en España. Ella y su madre visitaban a una de sus hermanas —que llevaba tres años viviendo en Asturias—, cuando todo estalló. A sus 19 años, define el conflicto como algo «injusto» y «muy doloroso». Desde luego el viaje no resultó como esperaban y ni Kiev ni ellas serán las mismas cuando vuelvan a encontrarse. Daria asegura que lo más difícil fue ver las primeras imágenes en la televisión: «No estábamos allí y el peligro estaba cerca de la capital, cuando vimos que la bombardeaban... fue horrible. Eran sitios por los que yo pasaba todos los días y los vi destrozados».
Muchos de sus amigos son ahora militares y los últimos ataques a su ciudad no ayudan a calmar sus nervios. Las represalias tras la destrucción del puente de Crimea, clave para la potencia rusa, no se han hecho esperar y han sido especialmente cruentas en la capital. Sin embargo, la kievita trata de ver el lado positivo: «Estas situaciones sacan el lado más fuerte de cada uno y permiten conocernos más a nosotros mismos. Saldremos más fuertes».
Daria es una de las niñas ucranianas que participaba verano tras verano en el programa 'Vacaciones en paz', impulsado a lo largo de 16 años por la ONG asturiana Expoacción. Dicha organización puso en marcha, a principios de marzo, un proyecto para traer a aquellos niños que formaban parte del plan estival y actualmente acoge a un total de 212 refugiados ucranianos. Desde Expoacción se facilita alimento, clases de español y tarjetas tanto de residencia como de la seguridad social, entre otras cosas.
Aunque Daria y su madre ya se encontraban en Asturias, fue Expoacción la que trajo a su padre y sus hermanos y también fue gracias a esta ONG que su familia consiguió vivienda. Aún así, su situación no es sencilla, ya que todos los hermanos estudian y solamente el padre trabaja.
En un primer momento, la Organización envió tres autobuses para recoger a los jóvenes y a sus familiares cercanos y, en cuanto llegaron, se establecieron en el Centro Intergeneracional de Ovida (Oviedo) y el Colegio San José en Sotrondio, dos espacios cedidos para la acogida temporal de las familias. Una vez allí, se gestionó la documentación y su distribución en viviendas. «El principal objetivo era no separar a ninguna familia y lo conseguimos», asegura Jorge González, presidente de Expoacción.
Aunque no fue sencillo encontrar alojamiento para todos, finalmente consiguieron reunir los suficientes a fuerza de concesiones de pisos de voluntarios de la asociación, de particulares que querían ayudar o de las propias casas de las familias que solían acoger a niños en los veranos. «Si la guerra se alarga en el tiempo habrá que plantearse nuevas opciones porque es probable que los dueños reclamen sus propiedades», advierte González, que además denuncia la falta de compromiso por parte de los ayuntamientos que no facilitan su tarea: «Las ayudas no llegan y, aunque reciba llamadas todos los días desde Ucrania, no puedo acoger a nadie más. Con los fondos que contamos no podría asegurarles una buena calidad de vida».
Expoacción organiza talleres y clases de español en Gijón, ya que el idioma supone una de las grandes barreras a la hora de integrarse en la sociedad española, sobre todo de cara a encontrar trabajo. «Veo cómo tratan a amigos que no saben hablar español y es muy diferente a cómo hablan a los que sí. Sobre todo los más jóvenes, te miran como raro», asegura Daria.
La asociación ofrece ayuda a todos los refugiados que lo necesiten, hayan llegado a Asturias gracias a sus autobuses, en viajes particulares o a través de otros trayectos financiados por ellos.
Se oye en las noches desde hace ocho meses un quejido agudo y continuo. Solo aquel que escucha, que siente la llamada de la tierra, está listo para actuar. Sin duda, Krystyna Pechena Romanova (31 años) tiene buen oído y escuchó el lamento nocturno y lejano, que la llevó a fundar —junto con otros compatriotas ucranianos—, la Asociación de Ayuda Humanitaria para Ucrania desde Asturias.
Afincada en Asturias desde los seis años, Krystiyna no ha perdido el contacto con sus raíces y visita con regularidad a sus familiares de la capital ucraniana. Salvo sus padres y su hermano todo su núcleo familiar sigue establecido en Kiev, donde también tiene grandes amigos de la infancia. «Los que siguen vivos están allí. Al final nadie quiere salir del país y los que lo hacen prefieren quedarse cerca de la frontera ucraniana para poder entrar y salir», admite resignada.
La asociación surgió en febrero, pocos días después de que la guerra comenzase. Muchos de sus conocidos le preguntaban dónde podían entregar donaciones para ayudar al pueblo ucraniano y, sorprendida, no encontró ninguna asociación ni organización que se adentrase en Ucrania para hacer llegar ayuda humanitaria, «recaudaban dinero, pero nadie cruzaba las fronteras». Al hablar con familiares y amigos y ver la escasez de recursos que sufría el país por haberse cortado la cadena de suministros, Krystyna tomó la decisión de ayudar. «Establecimos puntos de recogida abiertos a donaciones de empresas y de particulares» y la sociedad asturiana acogió la iniciativa gustosa.
Sillas de ruedas, mantas, alimentos, sacos de dormir, material sanitario de todo tipo... se recogen día a día para después transportarlos. Krystyna se mantiene en contacto con canales oficiales —gobernadores y alcaldes—, que especifican qué tipo de ayuda es necesaria en cada zona. Hay ciudades que han evacuado a todos los niños por lo que no se envía material infantil a esas áreas. De esta forma, se optimiza el trabajo y los recursos.
La asociación ya ha logrado enviar 25 tráilers, que son más de 400 toneladas de ayuda humanitaria, un total de 1000 metros cúbicos —calculados a partir de cómo se llena el camión—. Según Krystyna, el volumen de ayuda enviada por el Gobierno de España es muy inferior al que su asociación ha expedido, gracias a los asturianos y a las empresas particulares.
Krystyna se suma a la indignación que ya expresaba Jorge González desde Expoacción: «A diferencia de Cantabria, donde sí se han apoyado este tipo de iniciativas, en Asturias no se ha recibido ningún apoyo por parte de las principales instituciones, como son el Ayuntamiento de Oviedo, de Gijón, ni del Principado», dice la kievita, mientras incide en que hay muchas formas de ayudar: «Si una persona no va a usar una silla de ruedas o un carrito de niño, puede donarlo. Siempre que uno quiera puede ayudar».
En cuanto a la intervención internacional del conflicto, Krystyna lo tiene claro y piensa que, aunque hay países que ayudan más que otros, la ciudadanía europea está con el pueblo ucraniano: «Habría que separar mucho a la población de las políticas que llevan a cabo sus respectivos gobiernos».
Yevhen Stasiv (26 años) es uno de los muchos ucranianos establecidos en España. Lleva, al igual que Krystyna, media vida en Asturias y asegura que el conflicto «estuvo siempre en el aire». Esta sensación parece ser algo generalizado, ya que sus compatriotas Oleh Stoliarenko, Daria Pavlovska, Krystyna Pechena Romanova también sospecharon del movimiento de tropas rusas que se produjo en las fronteras los días previos a la guerra. Sin embargo, ninguno de ellos esperaba un ataque simultáneo. «Presentíamos que iba a haber un conflicto en la zona del Donbass, pero no un ataque masivo en toda Ucrania», admitía Krystyna.
La realidad se ha impuesto y, en contra de las esperanzas ucranianas, el presidente ruso tenía otros planes. La guerra lleva ya ocho meses destrozando ciudades y familias. Tampoco hay que olvidar que el dolor se extiende en ambos lados de la frontera y Rusia ha protagonizado grandes movilizaciones en contra de la llamada a reservistas al frente las últimas semanas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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