Los trajes de Primera Comunión se modernizan

A escasos días de que empiece la temporada de comuniones, las tiendas de moda especializadas en estas ceremonias se llenan lino y tul. Aunque este año la temporada no ha sido la deseada -las ventas han caído en torno a un 20%-, los establecimientos aguardan con expectativas las próximas semanas, en las que harán frente a arreglos de última hora antes del día señalado. A estas alturas del calendario, el grueso de la producción ya se ha vendido y son pocas las personas que pasan por el mostrador en busca de un traje. Si bien los meses de comunión por excelencia son mayo y junio, para las tiendas el frenesí de la campaña comienza a finales de octubre y principios de noviembre, momento en que las familias inician los preparativos de la comunión ya con una fecha en sus calendarios.

Esta temporada, lo que se observa es una clara voluntad de actualizar la tradición. «Los tiempos han cambiado, el niño de hoy en día no es el de hace unos años», asegura Loli Suárez, propietaria de la tienda multimarca infantil La pequeña Ángela, en Gijón. En su mostrador se han vendido muchos trajes largos de inspiración romántica, en organdí suizo o muselina inglesa, aunque la gran novedad han sido los trajes de marinero para niñas. «Hay muchas pequeñas que no se sienten identificadas con el vestido y se atreven a innovar», apunta Suárez, testigo de esta tendencia en auge que busca romper con los roles de género.

También ellos prefieren cumplir con el rito católico haciendo gala de su sello personal. Hasta hace unos años, por ejemplo, era impensable que un niño hiciese la comunión con un traje de lino, ahora este material se ha convertido en el tejido estrella entre los más jóvenes. «El traje de marinero se actualiza, triunfan los colores pastel azul y verde, prendas a las que poder dar otro uso después», sostiene Suárez. En su establecimiento hay incluso atuendos con chaleco y capucha.

Este año, las tiendas de trajes de comunión han notado un ligero descenso en sus ventas. La propietaria del estudio de costura y diseño Laura Bernardo, en el gijonés barrio de Pumarín, cree que se debe al hecho de que esta primavera vaya a haber menos comuniones que otras veces.

Advierte, además, de que cada vez más familias optan por pedir prestado el traje o reutilizar el materno ante la imposibilidad de comprar uno nuevo. En La pequeña Ángela, la horquilla de precios oscila entre los 350 y los 850, en función de la cantidad de detalles y acabados del vestido.

Consciente de esta realidad, desde hace algunos años Laura Bernardo se ha especializado en la transformación de los trajes maternos. La ventaja es que los arreglos son más económicos que un vestido nuevo, eso sí, «requieren bastante más horas de trabajo», señala. Los cambios van desde variaciones del vuelo de la falda, las mangas o los adornos. «Las clientas quedan muy contentas porque el traje acaba teniendo un valor sentimental añadido», apunta. En cuanto a las novedades, Bernardo destaca los fajines en tonos azules turquesa, verdes aguamarina y rosas empolvados que, a menudo, suelen ir a conjunto con zapatos y coronas de flores.

En la tienda Moda Nenúfar, en Oviedo, la facturación ha caído un 20% esta primavera. Según su dueña, María García Lombardero, quienes más juegan con las tendencias son ellos: «Los trajes de almirante ya no son los estructurados de antaño, ahora se prefiere el lino y los colores». Las niñas, en cambio, prefieren vestidos con un aire más romántico o bohemio. «Oviedo sigue siendo más tradicional para eso», apunta García Lombardero.

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