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I. VILLAR / E. GARCÍA
OVIEDO.
Sábado, 7 de septiembre 2019, 02:35
Uno de los momentos más emotivos de la gala fue la entrega a Soledad Saavedra y a los dos hijos de Vicente Álvarez Areces, Manuel Carlos y Alberto, la Medalla de Oro concedida a título póstumo al expresidente del Principado, fallecido de forma repentina hace ... siete meses y medio. «Fue un golpe helado, un tajo seco, porque nadie pensaba que aquel continuo motor en marcha, aquella personalidad expansiva y vigorosa, pudiera apagarse», señaló durante su discurso Adrián Barbón, quien consideró que su antecesor fue «la expresión encarnada de una vocación social perenne. Alguien que dedicó su vida a luchar por la libertad, que se esforzó en transformar Gijón y Asturias y con una trayectoria en la que puede reconocerse cualquier demócrata y cualquier persona dispuesta a poner su esfuerzo al servicio de una causa tan noble como mejorar la sociedad».
«Tini quiso lo mejor para Asturias y dedicó a ese objetivo toda su vida», dijo su viuda durante el discurso de agradecimiento, tras haber recogido minutos antes con la mano sobre el corazón la medalla y el diploma dedicados a su marido. En una intervención que comenzó con la voz quebrada, Soledad Saavedra recordó que el expresidente regional «creía en la acción política desde el convencimiento profundo de su capacidad para transformar la realidad». Un propósito que en su opinión «debe ser la meta de toda acción pública merecedora de ser llamada política». Y aseguró que «desde esa atalaya militó toda su vida por un mundo más justo».
Añadió que desde sus diferentes responsabilidades «siempre miraba al futuro con optimismo porque confiaba en la gente de Asturias y decía que tenemos proyecto, instrumentos y talento». Mencionó también su «lealtad» hacia los adversarios políticos, pues «entendía la discrepancia como un modo de aprender de otros y de integrar diferentes formas de construir la realidad». E hizo hincapié en su fidelidad «a la palabra dada», señalando que «cada nota que tomaba en la calle, en una reunión o en un café se convertía en un compromiso personal». El respeto a esos valores, en especial al de «ser leales a nuestros compromisos», es en opinión de Saavedra «una de las batallas más difíciles que libramos». Y por eso «considerarse vencedor en ella, es lo que conduce a la satisfacción de haber realizado el propósito de una vida».
En lo que respecta al legado de quien fuera doce años presidente regional, y otros tantos alcalde de Gijón, consideró que «está en muchos lugares de Asturias y, sobre todo, en el corazón de tantos asturianos y asturianas que a lo largo de toda su vida le eligieron en la confianza de que podía liderar el progreso de su tierra y mejorar sus vidas».
Saavedra calificó finalmente de «honor» la concesión de la Medalla de Oro a Álvarez Areces, «que no podría sentirse hoy más orgulloso de compartirla con quienes lo hace». Durante su intervención, entre los más emocionados en el público por el recuerdo al expresidente se pudo ver a su sucesora como alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, quien no ocultó alguna lágrima.
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