El cardenal Fernández Artime, ante una de las maquetas del Museo Marítimo, tras el acto oficial.
Ángel Fernández Artime Cardenal

«Mi tendencia y mi carácter es siempre unir en lo posible»

«La Iglesia tiene que seguir haciendo camino acompañando la vida de la gente y desde el más profundo respeto»

Olga Esteban

Gijón

Martes, 15 de octubre 2024, 02:00

Llegó pronto y recibió, al pie de las escaleras del Museo Marítimo, a todos los que quisieron acompañarle. «Hombre, primo, qué elegante te veo». «¡Vecina!». «Mira, esta es una exalumna». Y así, uno detrás de otro, hasta que llegó el presidente del Principado. Tras el ... acto oficial, más de lo mismo. Ángel Fernández Artime (Luanco, 1960) es cardenal, pero también es el vecino que en verano va a la compra en el pueblo en pantalón corto y que, si toca, le manda un 'mensajito' a su ahijado desde la tribuna. Fueron cientos los abrazos que repartió y las fotografías para las que posó sin apear la sonrisa, llamando a la mayoría de la gente por su nombre, agradeciendo la presencia. Después, hubo tiempo para contestar a las preguntas de EL COMERCIO.

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–¡Menudo club de fans!

–(Ríe) De eso estaba seguro. Son muchos años viéndome aquí como uno más del pueblo.

–Porque sigue viniendo todo lo que puede...

–Todos los años he venido muchas veces. Al tener a los padres ancianitos intensifiqué mucho más la presencia. Y ahora, desde mi servicio en Roma tengo un poquito más de posibilidad porque viajo menos. Algo que se agradece, porque viajar tanto es muy exigente.

–Desde allí ¿cómo ve la Iglesia asturiana?

–Por naturaleza soy una persona optimista y con mucha esperanza. Creo mucho en que, a pesar de que los tiempos que tenemos están marcados por una tendencia de secularización radical, tenemos que partir de esa profunda humanidad que todos tenemos. Podemos encontrarnos aun siendo de miradas diferentes, de concepciones diferentes... desde ahí seguimos construyendo, cada uno con lo que somos. Yo, desde mi ser educador, salesiano, obispo, ahora cardenal al lado del Papa, cuando vengo lo hago como el que soy. Y eso me hace estar muy en medio de mi gente. Entonces, creo que la Iglesia, como dice el Santo Padre, tenemos que seguir haciendo camino acompañando la vida de la gente y desde el más profundo respeto.

–¿Se puede, por tanto, reconducir la relación entre el Gobierno asturiano y la Iglesia, que en los últimos meses ha sido tensa?

–Las personas tenemos la capacidad de poder entendernos. Hoy mismo (por ayer) han sido muy ricas las presencias que hemos tenido y dime si hoy no daba la sensación de estar en un evento, en un reconocimiento a una persona del mundo de la Iglesia, pero que nos une ser de la tierra. La gente no hace en cada caso un ejercicio de cirugía par separar... estamos celebrando la vida. Mi tendencia es más unir en lo posible, es mi carácter.

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–Sufre la Iglesia en Asturias una grave falta de sacerdotes.

–El tema vocacional es muy duro en España y mayoritariamente en Europa. No es así en todo el mundo. La Congregación Salesiana, a la cual pertenezco, estamos en 136 países y cada año tenemos 450 novicios. Pero mayoritariamente de África, de Asia y, en parte, de América Latina, pero de Europa mucho menos. La Vieja Europa es así y eso nos tiene que hacer despertar y ver cómo hacemos entre sacerdotes, laicos comprometidos, nuevos ministerios... Lo importante es seguir sosteniendo y alimentando la vida de la gente y la vida en la fe.

Roma, un caos

–Ha dicho en varias ocasiones que le gustaría ser embajador de Asturias...

–Ese título lo aceptaría. Bromas aparte, como me he movido mucho, siempre uno tiene oportunidad de decir de dónde es. Estoy muy orgulloso de ser de pueblo, con todo el respeto a las ciudades. La paz que se tiene en un sitio así... Ahora estoy en Roma, que es una belleza, pero es un caos turístico y automovilístico, venir a Luanco es un oasis. De hecho, he declarado a mis paisanos que, si puedo, me verán con mucha frecuencia. Porque es conectarse a las raíces de donde uno procede.

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–¿Le va a dejar el Santo Padre venirse tanto?

–Bueno, trabajo en abundancia, pero siempre que haya oportunidad, o que no tenga que estar acompañándolo en algunas celebraciones, sí. También me siento muy a gusto cuando estoy allí. Simplemente con la presencia se sostiene el servicio del Papa, que es muy duro, porque haga lo que haga una persona siempre hay quien no lo verá bien. Pero ahora que me nombra al Santo Padre, resalto en él algo que digo con total convicción: tiene una libertad de mirada y de acción que, indudablemente, viene de lo propio de un hombre de fe. Con 88 años que va a hacer... Lo que quiere es ayudar y servir en lo posible, y si cree que algo tiene que ir por ahí, va con una decisión grandísima.

–¿Hay Papa Francisco para rato?

–Nadie es el dueño de la vida, qué se yo lo que será mañana. Pero lo que puedo decir es que, viéndolo con mucha frecuencia, a excepción de la pierna que le molesta, es de una energía... A las cuatro y media de la mañana ya está en pie, a las siete, después de la oración y el desayuno ya está haciendo entrevistas. Luego viene el ritmo del Palacio Pontificio, actos oficiales... El viernes pasado estuvo el presidente Pedro Sánchez y el presidente de Ucrania. En un día puede tener 14 o 15 encuentros de estos. Es un ritmo inhumano, ciertamente. Pero le veo con mucha energía y con una lucidez absoluta.

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–Entiendo que también al Papa le ha hablado de Luanco y de Asturias...

–Por supuesto que sabe de dónde soy, dónde he nacido, cómo es nuestra gente y es bonito porque como él también es hijo de emigrantes... Siempre sale eso en las conversaciones, de dónde es su familia, cómo emigraron... Yo conocí la Basílica salesiana en la que fue bautizado. Estuvo un tiempito breve en el colegio salesiano con su hermano porque su mamá estuvo delicada de salud. Hablamos de todo esto y siempre me dice 'dile a tu gente que rece por mi'.

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