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El pelotón de la UME trabaja a destajo para despejar la carretera hacia Monasterio de Hermo, una de las localidades incomunicadas desde la madrugada del sábado. DAMIÁN ARIENZA

El ejército alcanza su objetivo tras seis horas contra la nieve

«Los recibimos como el mesías», dicen los vecinos, incomunicados desde el sábado. 106 militares continúan los trabajos en Somiedo e Ibias

EUGENIA GARCÍA

CANGAS DEL NARCEA.

Miércoles, 31 de octubre 2018, 03:32

En Monasterio de Hermo nace el río Narcea, cuyo curso baja paralelo a la CN-9. Esta carretera es la única vía de acceso a esta población que habitan dos decenas de personas, la mayoría de avanzada edad, que hasta las seis y media ... de la tarde de ayer estuvieron totalmente incomunicadas. A esa hora, un pelotón de la Unidad Militar de Emergencias (UME) se abría paso y culminaba una misión que había comenzado seis horas antes. En esta lucha entre el Ejército y el temporal, la motosierra se convirtió en la mejor arma.

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Era mediodía y en Rengos, la localidad donde arranca la vía, un grupo de ganaderos aguardaba. «¿Dónde están?», se preguntaba Manuel Hidalgo. Esperaba que el Ejército despejase la carretera para permitir el paso al camión, atascado en Monasterio, que llevaría a casa a sus quince reses. «Llevan tres días sin comer y aquí no hay hierba suficiente», lamentaba. La nieve pilló a los animales pastando en el puerto de Rañadoiro, en las fincas de Ovidio Cuervo, quien a sus 84 años aseguraba que «en la vida vi una nevada así en esta época». «Nos pilló, como se suele decir, en bragas», sentenciaba el primero. «Mis clientes tienen unas cien cabezas de ganado que se van a morir si no llegamos a ellas», decía, desesperado, el transportista Miguel Ángel Fernández.

Al rato, llegó la máquina quitanieves del Principado cargada de impotencia. La de sus trabajadores, frustrados por no poder actuar con rapidez «por falta de medios. Y mira que lo avisamos». «A estas alturas deberían tener los sinos llenos de sal, ya que aunque las nevadas lleguen más tarde, las heladas siempre comenzaron este mes», opinaban los operarios. Aseguraban que «el camión más nuevo tiene diez años, algunas cuñas carecen de cuchillas y somos muy pocos». Están «tan en precario que casi no nos dan ni forros polares».

Y, por fin, la UME. Un pelotón de seis soldados y un cabo primero, comandados por un sargento primero. Llegaban a Gedrez -en el kilómetro 2- animados, dispuestos a emprender la misión. Algunos ya conocían la zona: «Es increíble. Hace un año combatíamos incendios y ahora nos enfrentamos a la nieve», rememoraba uno de ellos, mientras desde su ventana Soledad Álvarez, que apenas durmió el sábado a causa del estruendo que causaban los árboles cargados de hoja y nieve al caer, observaba intrigada el convoy. A las doce comenzó el operativo. Bomberos, pala y tres vehículos del Ejército empezaron a ascender los ocho kilómetros que distaban. Cada pocos metros, el sargento daba una orden. «¡Abajo!». Descendían, empuñaban la motosierra y llenos de nieve y serrín apartaban ramas y, con la ayuda de operarios de las eléctricas, trozos de cables de luz procedentes de las múltiples torretas derribadas por el temporal. Tardaron seis horas en recorrer esa distancia y tuvieron que pedir el refuerzo de otra quitanieves de León. Reunido con su madre, Mari Carmen, de quien prácticamente no sabía nada desde hacía dos días, Benito Álvarez resumía la actuación: «Hemos recibido al Ejército como el mesías».

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