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R. MUÑIZ
COAÑA / NAVIA / LUARCA.
Domingo, 11 de marzo 2018
«Avanzamos». Esa es la frase que los agentes que llevan semanas tras los pasos de Javier Ledo repetían a quienes les preguntaban. Al coañés se le puso bajo discreta vigilancia al poco de desaparecer Paz Fernández. En secreto, procurando no levantar ruido, los investigadores ... venían tomando declaración a decenas de allegados, amigos y conocidos del objetivo, constatando una pulsión que su detención ha disparado. Son legión los que lo venían relacionando con todo tipo de fechorías cometidas los últimos años. La imagen de su arresto ha multiplicado las habladurías, mezclando la realidad con el chisme.
Javier Fernández lo tiene claro. Naviego que vive en Luarca, da su nombre y se deja fotografiar para contar su experiencia con el señalado. «Me robó una moto recién comprada cuando yo tenía 14 años y él 18», evoca. Un amigo le desveló que había divisado al coañés con el ciclomotor. «Fuimos a verle unos cuantos, para ser más fuertes que él», relata. Al llegar a Llosorio se percataron que no solo tenía la de Javier, sino que allí guardaba más motos desaparecidas. Tras unos zarandeos, «entre todos le hicimos confesar», afirma. Fernández dice que recuperó la suya y del resto se hizo cargo la Guardia Civil. «Es mala persona», concluye.
Parecido es el criterio sobre el trato con su exmujer. «Le daba unas palizas tremendas, discutían mucho», comenta una de sus amigas de los tiempos en los que la pareja vivía en su guarida en Navia. Los consejos para que denunciara tardaron en hacer mella. Finalmente, acudió a los juzgados y tiene reconocida una orden de alejamiento. El propio Ledo, en una entrevista con este diario, comentaba que un día tras beber y enfadado por lo que consideraba era una falta de atención al hijo común, la llamó y la amenazó. «Te voy a matar», soltó. Él reconoce que fue un error, y que con esa grabación su expareja fue al juez.
En diciembre, Ledo ya pasó por el cuartel. Declaró durante un par de horas para tratar de convencer a los agentes de que no tenía nada que ver con el robo sufrido en un bar-tienda de su concejo. Es el establecimiento donde se le fotografió besándose con la gijonesa Paz Fernández, uno de sus destinos favoritos durante la noche. «No volvió más por allí, e incluso llamó al dueño para hacerse el bueno y decir que él no había sido», relata otro de los testigos de ese caso. El responsable de otro establecimiento naviego asegura que después de aquello, se plantó en su bar «y me ofreció cajetillas de tabaco». Sospechando de su origen, rechazó la propuesta.
Las testificales recabadas por la Guardia Civil les llevaron a anotar otro caso, reciente. Hay un agricultor que dio trabajo puntual a Ledo, ayudándole con les fabes. Una noche de los seis sacos que guardaba le desaparecieron dos. «Cree que fue él, pero a mí me dijo que prefería dejarlo correr», cuenta un amigo directo del afectado. «Cuando hablé con los agentes, ya conocían el asunto», dice.
Al coañés, como a su hermano Monchu, se les denomina por la zona como Ledo o Teiceyos, nombre que tiene la casa familiar. El pariente no anda ya por esos lares. Acumula varias condenas por robo a vecinos de la zona a los que quitó, entre otros, dinero y tarjetas de crédito.
El último caso con el que se le involucra es el asalto a una mujer de casi 90 años. Un hombre con guantes y pasamontañas irrumpió en su domicilio, y le puso un cuchillo de medio metro en el cuello. «El que fuera casi me mata», recuerda. Envalentonada, le hizo frente y se negó a darle el dinero. Cuenta que el ladrón le apretó el cuello y perdió el conocimiento. No sabe quién fue el criminal aunque es consciente de que todos culpan a Ledo. La Guardia Civil tomó huellas en el lugar, constató que el coañés estuvo allí seis meses antes, pero hasta ahora no logró pruebas como para arrestarle por este suceso.
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