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En la imagen, uno de los soldados que parte a Mali se despide de su familia

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En la imagen, uno de los soldados que parte a Mali se despide de su familia Damián Arienza

Asturias despide a los 220 soldados que instruirán al ejército de Mali

El aeropuerto rompe en lágrimas y aplausos: «Cuando supe que mi pareja se iría, me entró un nudo en el estómago»

Ramón Muñiz

Gijón

Lunes, 15 de noviembre 2021, 12:13

A las 11.21 el Boeing 787-8 bimotor despegó de Asturias con dirección a Bamako (Mali). En su interior, 220 soldados de la primera rotación del contingente EUTM-Mali, 140 de ellos del Regimiento de Infantería 'Príncipe' número 3, con base en Cabo Noval. Marchan con la misión de instruir al ejército de ese país y dejan atrás un reguero de lágrimas y el aplauso de reconocimiento que familiares y amigos les dedicaron en su despedida.

«Tengo una mezcla de emociones, no sé si llorar o no. Sobre todo, estoy contenida», confiaba Milangelis Quiara. Se le iba José Angulo, el padre de sus dos hijos. La pequeña ponía sonrisas, jugueteaba y sobre todo, no dejaba que la apearan de los brazos del uniformado. «Lleva un rato protestando porque no quiere que se vaya», informa la madre. Los militares se presentaron en la terminal asturiana tras una preparación específica de seis meses, vacunados contra la fiebre amarilla y vestidos con el uniforme Árido Pixelado, el que mejor se adapta al patrón cromático que les espera en la base de Mopti-Severé, a unos 600 kilómetros de Bamako, la capital. Han sido formados para lo que les espera, pero ese entrenamiento no siempre llega a los más próximos.

«Lo llevo muy mal», admitía Nerea Monte, pañuelo de lágrimas en mano. Asturiana, hace un año Jesús Alonso del Aguila le previno de que terminaría enrolado en esta misión, pero eso fue, claro, «hace un año que ahora parece un rato. Espero que los próximos meses también pasen rápido», expresaba.

Imagen. Lágrimas y aplausos para despedir a los soldados que se van a Mali

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Imagen. Lágrimas y aplausos para despedir a los soldados que se van a Mali D. Arienza

Hubo banderas de España. También gaitas a cargo de los soldados David Álvarez y Borja Barbón. «Siempre que marchan tratamos de amenizarles la despedida. Sí, se suelen emocionar», comentaba el hermano del presidente regional. No necesitaba oír sus sones para emocionarse el capitán Ricardo Herce. Es su primera misión y cumplirla le separa de Esther Orihuela y el pequeño Carlos, un crío de 14 meses que, casualmente, viene mostrando «una papitis tremenda desde hace dos meses», declara la madre. «Me voy con la compañía de mis 94 militares porque esto es algo que queremos experimentar, para lo que nos hemos preparado», justificaba él, utilizando palabras que un día entenderá el retoño. De momento espera no perderse su crecimiento gracias a la telefonía móvil. Hace un mes que Cabo Noval fletó un contenedor de material para asegurarse de tener allí equipos con garantías, entre otros, armas y wifi. Al volar en una aeronave comercial los soldados no pueden portar su armamento, un sacrificio mejor que la alternativa. «Usar los aviones del Ejército en estas largas distancias hace el viaje mucho más largo», confía un veterano.

En tiempos de covid el grupo seguirá «ciertas medidas preventivas para evitar contagios, pero la misión es igual y estaremos centrados en nuestros cometidos», comprometió el teniente coronel Ricardo Velasco, jefe del contingente. Estarán hasta mayo de 2022 en un país que viene siendo sacudido por la inestabilidad política. Tuvo un golpe de estado en agosto de 2020 y otro más reciente el pasado mes de mayo. De todos estos detalles están bien informados tanto los que se van como los que quedan. «Soy una experta en Mali. Cuando supe hace seis meses que mi pareja iba a ir, se me puso un nudo en el estómago pero aún lo veía lejos. En este tiempo he leído y leído todo lo que podía», indicaba la ovetense Laura Fernández, remisa a dejar escapar a su primera misión a Adrián Bastida.

Había pena, pero también ganas y entusiasmo en la terminal asturiana. El soldado Germán López por ejemplo, tiene 25 años, siempre le atrajeron las fuerzas y cuerpos de seguridad, y en África terminará de decidir si oposita a la Guardia Civil. Alexia Miñan, a sus 28 años, se embarca en su primera misión y para mantener la sonrisa firme prohibió a la madre que acudiera a despedirla; es de Pontevedra «y ya cuando me marché a vivir a Coruña se puso a llorar, así que imagina». De darle el último abrazo se está encargando Diego Rives, novio, militar y, no lo niega, algo receloso: «Me da un poco de envidia que se me haya adelantado, esta es una oportunidad que muchos de los que llevamos años dentro no hemos tenido».

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