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LAURA CASTRO
GIJÓN.
Sábado, 9 de diciembre 2017, 02:59
Cada vez que recuerdan la oscuridad de la noche en alta mar, el frío y el miedo a medida que pasaban las horas y no eran rescatados se emocionan. Lloran, pero aseguran que están «felices». Todavía con el susto en el cuerpo, pero agradecidos ... por el desenlace, Felipe Menéndez y Miguel García 'Milu' continúan recuperándose del naufragio en el hospital de Jove, de Gijón. Ambos lucharon durante doce horas contra las frías aguas del Cantábrico aferrados a la proa de su barco de recreo, el 'Julia María' con el que habían salido a pescar en la tarde del pasado miércoles y que se hundió casi en su totalidad a tres millas al norte del cabo Peñas.
«Cuando me llamó mi cuñada preocupada porque 'Milu' no había vuelto a casa, nos temimos lo peor. Les dábamos por muertos», relató todavía conmocionado el hermano de Miguel, Marco García. «En seguida me planté en San Juan de La Arena a esperar noticias del equipo de rescate. A las seis de la mañana, ya casi sin esperanzas, decidí ir a casa de mis padres para contarles lo sucedido antes de que se enterasen por otro lado. Fue justo cuando me llamó mi cuñada para decirme que les habían encontrado y que estaban vivos. No puedo ni describir lo que sentí en ese momento», continuó Marco, quien recobró el aliento al ver a su hermano ya en tierra. «Estaba tiritando, amoratado... Esto no se lo deseo a nadie. Ni lo que han vivido ellos ni lo que sufrimos nosotros», afirmó el hermano de Milu.
15 h. Los pescadores Miguel García y Felipe Menéndez salieron de San Juan de la Arena con su embarcación de recreo 'Julia María' en dirección al cabo Peñas.
18 h. Cuando emprendieron el regreso hacia La Arena, «les entró agua en la embarcación, reventó y, en cuestión de segundos, se hundió de golpe», según narró la prima de Miguel, Raquel Agüeros.
20 h. Los compañeros de la Cofradía de Pescadores de La Arena se extrañaron al comprobar que no habían regresado y decidieron alertar a las esposas de ambos.
22.47 h. El Servicio de Emergencias del Principado de Asturias recibió la llamada de la esposa de Miguel y se activó el protocolo de rescate con el 'Helimer 203', la 'Salvamar Rigel', el buque 'Alonso de Chaves' y la patrullera de la Guardia Civil. También se sumaron a la búsqueda algunos compañeros de la cofradía de La Arena.
6 h. Después de un intenso rastreo en la oscuridad de la noche, localizaron a los dos pescadores agarrados a la proa del 'Julia María'. Fueron trasladados en helicóptero al helipuerto de El Musel y, de ahí, al hospital de Jove.
Carmen Sampedro, esposa de Felipe, también compartió esas largas horas de angustia y miedo. «Ha sido terrible», confirmó. «Nunca me gustó demasiado la profesión de mi marido. A él le encanta pescar, de siempre, pero para mí es una intranquilidad continua. Y ahora será aún peor. No quiero ni pensar en el día que vuelva a la faena», comentó Carmen. Felipe, vecino de La Imera, en Soto del Barco, y Milu, de Corollos, en Cudillero, «volvieron a nacer» este 7 de diciembre. Fue un milagro.
«Lo que han vivido no lo aguanta cualquiera, hace falta mucha fuerza mental y física para sobrevivir a algo así. Estoy convencida de que yo no habría podido resistir. Si ellos lo lograron, fue porque se animaron y tiraron el uno del otro en el agua», aseguró la mujer de Felipe.
Describe a su marido como un hombre «tranquilo, capaz de mantener la calma en situaciones extremas». Una cualidad, que heredó su hija mayor, de 27 años. «Ella era la más centrada. La pequeña de 15 y yo estábamos de los nervios a la espera de noticias de Felipe y Miguel», destacó Carmen.
El de Soto del Barco llegó al Hospital de Jove más estable que su amigo e ingresó directamente en planta para recuperarse. 'Milu', en cambio, tuvo que recibir primero atenciones en cuidados intermedios, pues «tenía una pequeña arritmia» como consecuencia de la hipotermia. Cuando le llevaron a planta, Felipe no tardó en ir a ver a su amigo. Al reencontrarse, se abrazaron llorando. «Estaban muy emocionados y aliviados por haber sobrevivido. Fue un momento muy bonito para ambos», aseguró el hermano de Miguel. «Lo que han pasado durante esas doce horas en el agua les ha cambiado la vida», añade la mujer de Felipe.
El resquicio del 'Julia María', la ropa de abrigo que llevaban y los chalecos salvavidas fueron cruciales para resistir los rigores del Cantábrico que, si bien estaba en calma, su temperatura no pasaba de los 15 grados.
Aunque el susto «fue muy gordo», ambos «están pensando en volver a faenar pronto». No obstante, deberán esperar a recibir el alta. Felipe continúa ingresado para recuperar los niveles de hidratación. Miguel, por otro lado, ha tenido fiebre y su analítica «aún no está en los parámetros normales», según le explicaron los médicos de Jove a la familia. Además, le realizarán en las próximas horas una placa de tórax para «asegurarse de que la hipotermia no produjo daños pulmonares», según indicó su hermano Marco.
La hipotermia es el punto en el que el cuerpo pierde calor más rápido de lo que lo produce. Se sufre, entre otras causas, por pasar varias horas en aguas con temperatura igual o inferior a los 21 grados y se clasifica en tres niveles, según su gravedad.
En el caso de Miguel y Felipe, ambos llegaron al hospital de Jove con hipotermia severa de nivel tres. Tenían una temperatura corporal inferior a los 29 grados, por lo que su organismo se comportaba como un cuerpo inerte.
Cuando el 'Alonso de Chaves' localizó a los dos pescadores, comprobaron que Miguel «no reaccionaba», mientras que Felipe «estaba totalmente consciente, animando a su compañero, que estaba aferrado a la proa». De hecho, los efectos de la hipotermia aún perduran en el de Cudillero. «Mi hermano todavía no puede andar bien, le cuesta mantenerse de pie. Aún tiene las piernas demasiado rígidas», apuntilló Marco.
«Ellos son los auténticos héroes, por las ganas de vivir que tuvieron», aseguró la primera oficial del 'Alonso de Chaves', Ana Trueba, quien agregó que «todo salió bien por un cúmulo de circunstancias». Lograron alertar con silbidos y gritos al operativo de rescate de su presencia. Además, llevaban «dos salvavidas puestos cada uno» y ropa de abrigo que les aisló, en parte, de las frías aguas del Cantábrico. Asimismo, Trueba destacó que «se dieron unas condiciones favorables, sin apenas mar ni viento».
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