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AIDA COLLADO
Martes, 5 de julio 2022, 01:48
El verano de 2020, el primero con mascarillas, distancias de seguridad y miedo en el cuerpo, los vecinos de Collao apenas celebraron sus tradicionales fiestas de San Cristóbal. Bollu y botella de vino para quitar la gusa el día del socio y punto final. En 2021, poco más. En vez de bollu hubo pulpo y lacón, pero nada que se pareciese a los cuatro días de folixa que acostumbran a festejar en honor al patrón. Así que este 2022 no es que hubiera ganas. Había necesidad de juntarse y reír y bailar y enfadarse porque a mí me echaron menos paella y amigarse porque la orquesta de Los Player y las visitas a la barraca todo lo pueden. Pero el sábado por la noche llovió. Y el domingo diluvió. Y el grupo Beatriz, previsto para el espectáculo del lunes, se cayó del cartel. Así que los vecinos habían comenzado a desesperar, cuando ayer el sol comenzó a brillar pasado ya el mediodía haciendo realidad la que para muchos ha sido, es y, esperan, continúe siendo, una de las grandes citas del verano en la parroquia sierense: la recuperación de su tradicional carrera de burros.
Una actividad de tradición innegable en el tiempo -esta es su cuarenta edición y la XV de la categoría burros con disfraces-, que tampoco está exenta de polémica. El último verano que se celebró, en 2019, la oposición de la Red de Derechos de los Animales de Alternativa Verde se enfrentó a la organización y pidió la suspensión de la carrera al concejal de Bienestar Animal basándose en un informe de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal.
Este año la organización vuelve a celebrar la carrera, con el preceptivo permiso del Principado. Dolfo Vega, quien lleva 52 de sus 82 veranos organizando las fiestas, lo explica: «La consejería tien que autorizalo y los burros tienen que ser legales. No val coger a cualquier burro sin papeles pa correr. Y hay una serie de requisitos pa cumplir. El jinete no puede exceder determinado peso, por ejemplo». Ellos no ven maltrato al animal y sí mucho esfuerzo en mantener vivas las fiestas del pueblo.
Ayer, la mala suerte, el coronavirus, la lluvia y la burocracia dieron una tregua a Collao, que celebró la prueba equina ante cientos de asistentes. Sin ambición deportiva y con el único objetivo de hacer disfrutar a los allí presentes, los participantes superaron con éxito numerosas pruebas. «Antes tenía que comer una milhoja el burro y otra el jinete, pero ahora solo la come el paisano, porque dicen que lo otro ye maltrato», cuenta Dolfo, que un año más no pudo presenciar la competición, porque se pasa «de siete a once de la noche repartiendo los bollos sin parar».
Dio igual, porque la fiesta no acababa en la meta. Lo importante llegaba a continuación, porque más de 300 personas pudieron sentarse «a merendar» y comentar la jugada en su mesa reservada. Y porque Beatriz no actuó, pero llegó Cuarta Calle al rescate de la última noche. Y porque Dolfo terminó de repartir los bollos.
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